DIÁLOGOS

Antonio Vieyra

DIALOGO I

 

 

Lo poco

que poseo

lo aprieto,

sin soltarlo,

por miedo

de perderlo,

sin mucha

ternura pero,

fielmente,

es mi antiguo

amor

por la libertad,

hoy está mejor,

mejor que ayer;

sin embargo,

de aquella vida

en común,

sólo me queda

el viejo sueño:

de que algún día

reemprenderemos

juntos el camino,

ayudándonos

mutuamente

a avanzar,

cayendo a la vez

y esperar, luego,

el momento

de reanudar

la marcha.

 

 

 

 

 

 

 

DIALOGO II

 

 

Lanzar al aire

una moneda:

 

Cara: el mar,

las voces del tiempo,

la memoria,

el camino,

el transeúnte y su escritura,

por todos lados, la música;

en el mar se está

a la intemperie,

se está en la imaginación,

en el futuro.

 

Cruz: la montaña,

el olvido,

la eternidad;

las esculturas,

los monumentos;

en la montaña

se construyen las casas,

la escritura, también,

pero, rupestre.

 

Cara o cruz:

La montaña está cerrada.

El mar, mar adentro.

 

 

 

 

 

 

DIALOGO III

 

 

Un hombre

y una mujer

sin darse cuenta,

van uno en dirección al otro,

por un camino sin setos,

ni vallas de ninguna clase,

en el silencio del amanecer.

 

Al acercarse, advertidos

por el ruido de los pasos

o por algún instinto,

levantan la cabeza,

observándose.

 

Pasan, lentamente,

el uno junto a la otra,

no se cruzan:

no se miran,

nada hace suponer

que se conociéran.

 

Luego, cada uno sigue su camino,

la mujer

en dirección a la ciudad,

el hombre

a través de las rocas hacia el mar.

 

Más tarde, cansados,

volverán sobre sus pasos.

 

(Es necesario saber detenerse a tiempo).

 

 

 

 

 

 

 

 

DIALOGO IV

 

a Máximo Valdivia

 

 

Habitualmente visito un árbol

que posee sólo una rama

de tres metros de alto,

el árbol proyecta una ligera sombra,

sostengo una gruesa cuerda

desde la rama, construyo un lazo,

subo hasta sostener la cuerda

sobre mi cuello, la tenso, respiro,

observo mis pies, mi sombra

unida a la del árbol,

permanezco allí, dudando, luego,

desato el nudo, libero la cuerda,

bajo, observo la sombra del árbol,

ligera, desnuda de mi presencia,

las sombras tienden a confundirse,

la vida, nuestras vidas, no,

o, tal vez, sí, y entonces mi vida

depende de la del árbol

y la del árbol depende de la mía,

y, si me cuelgo, definitivamente,

el árbol, bajo el peso de mi cuerpo,

perderá también la suya,

y el silencio, muerto también,

caerá sobre el espacio infinito.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • Autor: Antonio Vieyra (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de abril de 2012 a las 11:14
  • Comentario del autor sobre el poema: Son parte importante de un libro inédito
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 81
  • Usuario favorito de este poema: Rocío V-P..
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales


Comentarios3

  • José Plou Galindo

    No he podido pasar de largo sin hacerte un comentario.
    ¡Impresionante!, creo que es la mejor palabra para definirlo.
    Te felicito poeta

  • PoemasDeLaSu

    Muy bueno, te doy la bienvenida y que tengas mucho éxito con tu libro, y que pronto deje de ser inédito
    Un abrazo de aeropuerto

  • Rocío V-P.

    Existencial... especial...

    Rocio



Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.