La frialdad de los gatos

Fernando Curiman

Con el gatito enfermo acurrucado nervioso dentro de mi chaqueta cruzamos la calle, o más bien rivera en aquel tormentoso día de invierno. Yo el muy huebeta con los zapatos de gamuza recién comprados introduje la pantorrilla casi completa en un forado lleno de barro que ahí yacía esperándome para joder aun más aquel día. En eso el gato huevón, pega un salto de esos olímpicos y arañando mi pecho con sus patas traseras se da el impulso suficiente para subir al techo de una casa. "Gato concha de su madre" me dije. Y con la pierna izquierda totalmente embarrada caminé hacia la casa y llamé a Samael: -"Samael! cuchito cuchito cuchito.... ven!". El muy déspota saltó hacia el interior de la casa y se mantuvo a una distancia suficiente para no poder alcanzarlo, y allí me miraba con su ojo bueno y con el otro que sostenía apenas un parche improvisado que le fabriqué tras ese desafortunado incidente con el tarro de jurel.

La lluvia cae fuerte y yo ahí. Frente a una casa con los anteojos empapados, la pierna embarrada y un gato de mierda que al parecer se cansó de dormir frente a la estufa del living, y busca su propósito en la vida dentro de aquella casa roja con rejas negras y cubierta de lata por fuera. El veterinario cierra a las nueve, me queda media hora. "¡Samael! cuchito cuchito". Nada. Me odia quizá, no sé por qué, si vive mejor que yo en mi propia casa. La verdad es que me dolía más de lo que imaginaba aquella indiferencia, fue casi como un quiebre de centurias, de chiquitito lo crié al huevón, y ahora aquí me deja. ¿Entonces así termina?, le dije con algo de pena después de unos cuarenta y cinco minutos fuera de la casa donde nadie parecía vivir. De pronto por la ventana mira un caballero con aires de silencio, en pijamas al parecer. Entreabre la puerta y Samael entra como si nada. El caballero me mira con ojos azules amarillentos, y cierra la puerta lentamente mirándome a los ojos sin responder a mi saludo. Ahí me quedé, sin ganas siquiera de reclamar. Claro era un gato, un gato libre. Di media vuelta y caminé hacia mi casa con una mezcla de tristeza y rabia, con los ojos en vidrio y la pierna embarrada.

  • Autor: Fernando Curimán (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de diciembre de 2011 a las 13:51
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 14
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