(Caleta Abtao, Chile, verano del 2009)
Bajando parsimoniosa desde Punta Moreno,
 la camanchaca gris perla, lame las piedras
 ahora frías, más luego en el pleno día, fuego
 su lengua húmeda las moja y las torna negras.
En la orilla, el mar golpea con desmedida saña
 castigando rocas, bramando azul de rabia
 volviendo tumbo tras tumbo, húmeda guadaña
 que orada rocas arrancando arena rumbo a la ensenada.
La negra noche se deshace en blanca espuma
 nacida del golpe del agua que llega y se escapa
 y cual perro que muestra alba dentadura
 para luego correr raudo en la arena clara.
El aire trae y agita olores sexuales y salinos
 y el viento rompe la neblina en mil jirones
 las rocas juegan en el desafío
 de pararse duras como pétreas moles.
A la espalda del agua, el desierto ignora
 el misterio del mar que incansable ataca
 ola y espuma, tumbo y resaca, noche y aurora
 de imponerse a la fuerza y domeñar la playa.
La fosforescente silueta del falucho atraviesa la bahía
 fondeando redes con sus plomos y sus corchos
 mientras los roqueríos desde lejos ya lo miran
 envidiando en el hombre su moverse y su arrojo.
Si, es el hombre, extraña criatura
 más débil que el más suave de los oleajes
 sin embargo dotado de bravura
 que resalta en medio del paisaje.
Con la esperanza en sus lomos
 lo han visto sumergirse en agua turbia
 emerger del azul cabeza y hombros
 halando del mar diferentes criaturas.
mariscos de colores, conchas policromas
 piures, locos, tentáculos de pulpos nacarados
 el brazo armado de hierro, cuchilla solícita
 sargazos se prenden a sus brazos acerados.
En la fortaleza de la pétrea roca
 que ha permanecido enhiesta por milenios
 el deseo de moverse la trastorna
 así tenga que dejar lo imperecedero.
¡Quién fuera como el hombre, débil y pequeño
 pero cambiante móvil y tan de agallas
 de que sirve desafiar por centurias a los vientos
 enclavados eternamente en medio de las algas.
Y mientras las rocas lloran su despecho
 el hombre salta de una otra con contento
 teniendo en lo alto el cielo como techo
 pisando en el suelo rocas eternas, arenas, viento.
El mar sigue ruidoso, cantinela sin silencio
 la arena juega a atrapar el agua escurridiza
 el sol se despereza y aclara el firmamento
 y aparte de si las migas de una noche huidiza
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                        Autor:    
     
	Pachuco (Seudónimo) (
 Offline) - Publicado: 5 de septiembre de 2011 a las 17:44
 - Categoría: Sin clasificar
 - Lecturas: 173
 - Usuarios favoritos de este poema: Armando Cano
 

 Offline)
			
Comentarios2
Es para leerlo mas veces, con mas tiempo, que bueno encontrarle, un saludo.
Isabel, espero que cumplas la promesa y me releas.
Estoy a la busca de un dibujante (ilustrador) para editar un libro de poemas en formato medio tabloide, y compartir los créditos. ¿Sabes de alguno? Saludos
No y lo siento, pero tenme informada.
Gracias.
Yo no tengo tiempo para leer, estos días estoy terminando unos cursos, a ver si termino a final de mes, sino hasta Abril.
Pero gracias a Dios que siempre habrá letras aquí.
Tú no borres, que aquí siempre podré venir leerlos,
Saludos y gracias.
Me encanto..
Armando, eres muy gentil en visitarme. Estás invitado a los demás trabajos. Puedes leer otros escritos míos en www.quieroquemeleas.com, donde escribo bajo el nombre de Pachuco. Un abrazo
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