Me pides, dulce amor

Alberto Angel Pedro

¡Me pides que te bese, me pides que hoy te ame,

con ese amor profundo que en mi alma ayer ardía!.

me pides que vivamos en dulces armonías,

que encima de tu cuerpo caricias te derrame.

 

¡Me pides que volvamos, en tierno y dulce beso

a oler la grata esencia de nardos y mil flores!,

que inmerso en la espesura de tu íntimo embeleso,

olvide las tristezas, los llantos y dolores.

 

¡Me pides que salgamos la dicha a recibir!,

que abriendo nuestras almas con júbilo y gran gozo,

hagamos que la vida sea un mundo tan hermoso

¡en donde te ame siempre, por siempre, hasta el morir!.

 

Ayer, si bien es cierto, libe en tus labios rojos

el néctar de tus ansias con dulce frenesí...

¡en esas noches claras mi amor ardía en tus ojos!,

¡en esas noches mi alma mil veces te ofrecí!.

 

Ayer mismo, con vehemencia, sin medida;

no importando lo difícil de los retos,

disfrutábamos felices nuestra vida,

que era hermosa, como el ritmo de un soneto.

 

Ayer apenas, con candor

y con transidos embelesos,

edificabas tu mi amor

de mil suspiros, de mil besos.

 

Yo sé bien que te adoré de corazón,

como a nadie en este mundo le haya amado,

mas olvidas que mi frágil ilusión

a otro ser y a otra existencia fue entregado.

 

Es verdad que alguna vez

fuiste mía y fui tu dueño...

pero sólo fue un cruel sueño,

y un cruel sueño, estéril es.

 

Hoy me ofreces, al final ya de tus días,

los fracasos de tu vida en agonía.

¡Te equivocas, te equivocas, ninfa hermosa!...

la flor bella que se abrió un día en nuestra vida,

no se entrega al ser amado envejecida,

¡si no fresca ,como el alba y olorosa!.

 

 Ya volaron, tan de prisa,

nuestros meses más hermosos

y se fueron con la brisa

nuestros años vigorosos.

 

A esos años juveniles,

a esos días de abril y junio,

le prosiguen los seniles

años, llenos de infortunios.

 

¿Por qué en ti la llama veo

de un sensual y amplio deseo,

que se antoja ya lejano?;

pues hoy viste el tiempo, breve,

mis cabellos de alba nieve

y de arrugas nuestras manos.

 

Adiós, pues, admonición de mi destino,

ya que el mismo nos aparta con crueldad,

tu amor puro, cual torrente cristalino

viviré yo recordando, hasta el final.

 

AUTOR: ALBERTO ANGEL PEDRO.

 

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Comentarios2

  • nellycastell

    Me gustó la musicalidad y ritmo de tu poema, que atrapa a muchos, abrazos

  • Alberto Angel Pedro

    Gracias lizmarlogua, nellycastell por comentarme



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