LABRIEGO CONQUISTADOR

Fredy Maldonado Cordero

Labriego... morador del paraíso escondido,

golpeas fuerte la mirada en el distante anhelo,

contemplando con ansia el esfuerzo perdido,

buscando alcanzar la fortuna del secreto cielo.

 

Derramas afanoso el total contenido de tu vida,

jadeante acceso hasta el culmen de tu entereza,

sufres valiente el dolor de tu lengua mordida,

en aborto insensato al suplicio de tu pobreza.

 

Con tímido llanto solapado entre tus manos,

buscas silencioso la verdad de tu desconsuelo,

más la armoniosa sensibilidad de los humanos,

se ha diluido impotente en el odio y el duelo.

 

Se rasgan frágiles los tejidos de tus sentimientos,

se estrella en el suelo el fervor tus plegarias,

brotan insensatos tus lúgubres pensamientos,

resplandecen tus caudas en ansias sedentarias.

 

Agobiando tu corazón en lo opuesto del destino,

te ves impulsado al inhóspito transitar emigrante,

y aun tropezando desafías al escabroso camino,

hasta alcanzar la cúspide del pedestal triunfante.

 

Las estrellas disimulan el color de su tristeza,

las fuentes se estremecen de palpitante amargura,

escaséan los espacios de virtual nobleza,

y se esfuman los torrentes de placentera dulzura.

 

Molinos infernales de voraces fuegos calzinantes,

inhóspitamente tributan a la ilusión creadora,

en holocaustica dádiva de injusticias vengantes,

que derraman la sangre de la fuerza labradora.

 

Raíz de roble envenenada con el odio asesino,

matices verdes revestidos de un ocre pervertido,

usurpación a la intimidad de tu entorno campesino,

obra innata de un delito sin razón ni motivo.

 

La conciencia que desborda en las oscuras entrañas,

manantiales de serpientes de asquerosos fuselajes,

portadoras del veneno acechante en las montañas,

vil elixir que oscurece la belleza de los paisajes.

 

Oh... labriego que suspiras como el viento cotidiano,

protegiendo vigilante la semilla exquisita de tu alma,

bendices sabiamente el paso fugaz de cada meridiano,

ofreciendo a tu existencia un cobijo de frágil calma.

 

Frescura santa de dadivosa brisa y ferviente encanto,

baña incesante la esperanza del pretérito de tu vida,

son laureles de tu entrega las lágrimas de tu llanto,

son tus obras faenas dignas de la bendición merecida.

Soslayado estremecimiento superado con valor y honor,

son la fuente de tus venturas mil veces recorridas,

eres sangre, energía, sentimiento, corazón y valor,

eres simbólica esencia de las legiones escogidas.

 

No rompas de la íntima fortaleza de tu ensueño,

la esperanza que pervive siempre clara y brillante,

arda en tu alma el fuego que se sostiene con empeño,

luzca siempre la sonrisa de tu espíritu triunfante.

 

Gracias santas se derraman en el centro invernal

de la vida meritoria de la fresca casta del amor,

cesen látigos lacerantes de sensación infernal,

resplandezcan soles en complacencias de pudor.

 

Canten montes embebidos de profunda devoción,

alabanzas inspiradas del alma clara del mortal,

ya no sean tonos de indigna y pecaminosa canción,

sean súplicas del que ofrenda una entrega total.

 

Los confines temerosos de una historia quejumbrosa,

se alimentan de los surcos de ese suelo misterioso,

que se ofrenda desde el cielo a la vida bondadosa,

digna honra del que labra con esfuerzo laborioso.

 

Renaciente espíritu de sensible esperanza mañanera,

que acaricia la frescura de una vida diferente,

son los cielos anunciantes de la pascua verdadera,

impulso limpio del amor de un Dios siempre vigente.

 

Se entrelazan fraternales las delicias hermanadas,

de los pueblos que resurgen y comparten la vereda,

que los lleve a las tierras profundamente anheladas,

que acaricien la dulce ansia de la paz verdadera.

 

Se motivan los desdenes del alma en desaliento,

con corrientes que prodigan lo arcano del perdón,

no se violen nunca más las virtudes del pensamiento,

no se trunquen vanamente los latidos del corazón,

Renaciente compartir de amor, alegría y consuelo,

fuente innata de solidaria y auténtica hermandad,

impetuoso regocijo se desborda en el alto cielo,

por la paz que ha alcanzado la sufrida humanidad.

 

Labriego que inmutable en tu fe y en tu esperanza,

no has cedido a la perversa pasión de la maldad,

hoy recibes complacido el regalo a tu añoranza,

por una paz santa, conquista bella de tu humildad.

 

  • Autor: aguazul (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de mayo de 2011 a las 22:11
  • Comentario del autor sobre el poema: Cuántos hay en este mundo, que victimados por las guerras fraticidas, se debaten en agónicos causes sangrientos, producto de la inhumanidad que ha calcinado el alma de la humanidad. Este poema ha sido escrito en honor a aquellos compatriotas y hermanos de otras tierras, que claman por la vida, el amor y el honor.
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 108
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