El Encuentro

Mimocancel

El avión aterrizó el 15 de Enero de 1990 en el Aeropuerto de Carrasco, Montevideo. Yo venía con el alma destrozada. Dejaba atrás sin saber por cuanto tiempo una vida feliz, a al menos eso creía yo, mis amigos, mis estudios en la Universidad y mi trabajo en el Colegio. Salí de Puerto La Cruz segura que regresaría al poquito tiempo… pero pasaron 21 años y aun no he podido olvidar mi paraíso personal…

Con el tiempo me reencontré con mi familia uruguaya y poquito  a poco me fui adaptando a mi querencia. Porque él me hizo quererla. 

No recuerdo cuando ni como fue, pero un día encontré sus ojos observándome detrás de sus pestañas doradas, sus manos grandes jugaban con el mate y con una sonrisa socarrona me invitó a beber esa bebida caliente amarga y extraña símbolo de la uruguayez (si es que existe). Primero fue el mate caliente, cebado por la bombilla, con la clara intención que me quemara hasta el alma, luego la risa burlona que le llenaba la garganta y le iluminaba los ojos… luego fue el café batido con azúcar que yo deleitaba con verdadero placer y finalmente fue su cama pequeña para nuestra tímida desnudez. 

            En las tardes de invierno, luego de la universidad encontrarme con él era todo un rito. Escapados de mi abuela que no veía con buenos ojos que su nieta venezolana se escabullera entre los rincones con el colorado sinvergüenza. Pero siempre encontraba yo la manera de tener esos encuentros fugaces con mi amante vulgar. Ratos robados al estudio que me producían enorme placer y a la vez un sentimiento de culpa porque la sangre tira y a pesar de todo, éramos familia. 

            Fui su barragana sin que me lo pidiera, mi corazón lo amó sin que él lo conquistara y al final sin que yo lo quisiera salió de mi vida para regresar cada tanto buscando mis pasiones y mis deleites. Buscando el incesto con locura, cosas de muchachos decía mi abuela.

             Dejé la Facultad de Ingeniería y me dediqué a las Letras, pero no pude dejar de ver en la oscuridad de mi vida esos ojos socarrones, sentir su piel húmeda, el calor de su cuerpo. Cada tanto me llamaba solicitando el encuentro en cualquier lugar y todas las veces accedí hasta que esa noche me llamó y por primera vez le dije que no iría. Lo saqué de mi vida porque yo quise y no porque él me olvidara. Por primera vez su voz melosa no me endulzaba los oídos…

             Luego de 15 años de ausencias un día llegó a mi casa. Ambos cuarentones, con muchos kilos encima, con los años impregnados en la piel. Una visita rápida para despedirse de mi. En un año se marcharía al África y me contó… no sé que me contó. Por unos instantes dejé de ver al cuarentón que se sentaba en mi living, junto con su hijo de 17 y la mía de 12, en un patético cuadro familiar y volví a descubrir esos ojitos pícaros que estudiaban a conciencia a esta mujer, muy diferente a la amante incestuosa de 25 años. Que escapaba con él en la moto para meterse en un cuarto de hotel o en su cama pequeña a disfrutar de su sensualidad…

             Sin recordarlo ya, un día recibí un mensaje desde África. El hombre seguro y recio desnudaba su alma pidiendo que no le dejara solo… y así lo hice. Un océano nos separaba y la misma soledad nos juntaba de nuevo. Yo con un marido a cuestas que no merece las hijas que le di y él con una mujer que no valora el hombre que le cedí. La ausencia se hizo querencia nuevamente y los mensajes sencillos cada vez más frecuentes y llenos de pasiones escondidas, sostenían nuestras vidas… hasta que llegó el día del regreso. Solo cuatro días en Montevideo, 2 minutos en la vereda de mi casa y cuatro pares de ojos pendientes del encuentro. Solo un “espérame” y nuevamente la partida a las 6 de la mañana desde el aeropuerto de Carrasco a un remoto lugar en el corazón del África francesa y un mensaje “no me dieron los tiempos, ya voy a volver” mantiene mi vida en vilo y desorganiza mi apacible permanencia en este mundo…

  • Autor: Mimo Cancel Vazquez (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de marzo de 2011 a las 02:58
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 27
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