«La taberna», de Víctor Fernández García —Amazon—

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A veces hace falta perderse para encontrar el camino exacto que nos permita desarrollarnos como personas. El problema es que en ocasiones nos perdemos tanto que la luz que servía de farolillo se vuelve casi imperceptible. Entonces, la búsqueda se vuelve más confusa y las posibilidades de volver a caer se multiplican. Eso es todo lo que sabe Joel, protagonista de «La taberna» de Víctor Fernández García, sobre la vida. Su constante andar a los tumbos se ha convertido ya en una forma de luchar, dispuesto a no darse por vencido. Su dolorosa lucha y su esperanza a flor de piel son los dos pilares sobre los que se construye su vida y esta historia que les recomiendo muchísimo leer.

Es este un libro a mitad de camino entre ficción y ensayo que nos permite adentrarnos en el corazón de las inquietudes que rodean el trastorno bipolar y hallar respuestas, que vienen a ser, más preguntas. Asimismo es una lectura que permite indagar en torno a las preguntas existenciales que todos nos hacemos.

Una lectura sobre las sombras que se tragan la luz

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«La taberna» nos obliga a caer en un escenario algo rústico, donde la tristeza y la desesperación se hacen con nuestras emociones. Es una lectura durísima, de a ratos escalofriante y por momentos esperanzadora, que plasma un constante combate entre luces y sombras, que se lleva a cabo en la mente desesperada de un joven que sólo quiere una cosa: liberarse de esa angustia que reside en lo más hondo de su psique. Quien debe emprender una agotadora lucha para vencer su adicción al alcohol que hace las veces de combustible para intensificar las diversas fases de su trastorno bipolar.

Esta obra pertenece a la saga Identidad, de la que también forma parte «La cabaña» (que reseñé aquí con anterioridad); sin embargo, también puede leerse de forma independiente ya que tiene voz y luz propia. A Víctor Fernández García podemos leerle además en interesantes notas sobre ficción y bipolaridad que publica en su blog y su sitio web.

A grandes rasgos podría decirse que es éste un libro que intenta escarbar en los miedos y en las causas que llevan a un joven con bipolaridad a buscar en la bebida un método de adormecimiento a los fuertes altibajos que el trastorno le somete. De este modo, Víctor se adentra en los diversos mecanismos y excusas que ha tenido que orquestar este joven para huir de sus fantasmas y sentirse parte del mundo, y construye una obra que puede servir de manual para acompañar el escabroso trabajo de desintoxicación.

De todas formas, y si bien en la obra se hace mucho hincapié en el trastorno bipolar, la lectura que permite es más abarcativa. A través de ella podemos volver a aquellas inquietudes que están relacionadas con nuestra identidad, esas preguntas a las que siempre regresamos, sobre lo que es bueno y malo, sobre la esencia de la naturaleza y todas esas dudas que nos acompañan desde que tenemos conciencia de ser. También nos permite indagar en torno a las historias y certezas que nos contamos (y reforzamos) y a su naturaleza inocente o constructiva.

Ilustraciones a lápiz complementan los matices de esta historia. Trazos que han estado a cargo de Silvia Gual, dibujante y lectora voraz, a quien pueden conocer en sus espacios «Tejiendo sueños» y «Libros de ensueño». Silvia es también quien ha diseñado la portada del libro.

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Foto: Un universo en palabras (Instagram)

Alcoholismo y bipolaridad

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Defender el alcohol como una excelente medicación para paliar las consecuencias de las diversas etapas de la bipolaridad parece una evidente locura, sin embargo, son muchísimos los que padecen este trastorno que buscan en la bebida el medicamento que los lleve a vivir el instante, y que les permita sentir por un momento que no todo está perdido.

Para Joel el alcohol ha sido durante un largo período una forma de calmar la angustia y mantener a raya la frustración. Pero un día ese báculo se convirtió en un problema (o él fue consciente del inconveniente que suponía). En ese momento comienza la desintoxicación que es el punto en el que parte la historia. A partir de ahí vivirá etapas de lucidez muy dolorosas que pondrán en duda y en jaque todo su trabajo una y otra vez y se sentirá perdido unas cuántas veces, y nosotros con él. Recorremos a lo largo de la lectura, ese camino de sanación en el que Joel tendrá que superar numerosas pruebas y en el que podremos verlo a ratos hundido y por momentos dispuesto a pelear hasta el cansancio. Esta lectura puede servirnos además para explorar nuestras propias emociones, porque todos alguna vez nos hemos perdido, y nos hemos sentido incapaces de alguna forma.

Sentirse capaz es, de hecho, el primero de los grandes desafíos que debe enfrentar Joel. Saber si realmente podrá sostener su decisión de liberarse y encarar una búsqueda interior que sabe que será dolorosa pero que es imprescindible para resolver de fondo los entresijos de su existencia. Para ello Víctor vuelve a los personajes que ya se han hecho presentes en «La cabaña» —esas perspectivas que le van sirviendo para mirar el mundo desde Esperanza, Rectitud, Responsabilidad, Amor y Rebeldía— que serán quienes guíen a Joel en medio de la oscuridad; no siempre consiguiendo su cometido.

Otro personaje también presente en la primera entrega de «Identidad» es Tylerskar, que sirve de hilo conductor entre Joel y Víctor, como una especie de cordón umbilical literario que los mantiene unidos y les permite explorar el mundo de la ficción y el de la salud mental a través de palabras. Es un personaje fuerte, con una media sonrisa que puede dibujar el impulso de la escritura, la necesidad de mantenerse en pie cuando todo el mundo se está desmoronando.

A través de la construcción de estos personajes, Víctor consigue zambullirnos a ese universo y nos obliga a sentir las experiencias desde dentro, a tal punto que terminamos haciéndonos las mismas preguntas que Joel y temiéndole al mismo monstruo. ¿Acaso no tenemos todos una criatura voraz que habita en lo más profundo de nuestro ser y que intenta llevarnos a ese espacio donde sabemos estaremos perdidos para siempre? Para muchos psicoanalistas y estudiosos de la mente humana esa criatura, vinculada estrechamente a las tradiciones y a los ejemplos que hemos recibido, podría empujarnos a convertirnos en lo que más tememos. A no ser que indaguemos hasta sangrar, hasta quedar absolutamente vulnerables y a la vista de todos, probablemente, bastante perdidos y hasta patéticos. Pero levantarnos después de esa caída sin duda puede ser mucho más alentador que pasarnos la vida fingiendo ser alguien que no somos, cumpliendo con las normas que nos imponen, adaptándonos a un mundo que busca el orden (y hace lo que sea por mantenerlo), un mundo que ha encontrado en el alcohol y sus abusos la forma perfecta de perpetrar esa domesticación.

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Foto: Un universo en palabras (Instagram)

La escritura como camino de salvación

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Uno de los elementos que me ha interesado especialmente de este libro es ese constante ir y venir de la ficción a la experiencia vital, de una narración floreada y mágica a textos ensayísticos en torno al universo de la bipolaridad y la relación estrecha entre éste y el abuso de alcohol. Así, de una forma fluida, Víctor consigue establecer una conversación que va desde la sombra de la ficción —ese mundo de Joel en el que parece haberse puesto el sol de pronto— y la luz y la claridad, para explicar, razonar y entender el trastorno bipolar.

Mantenerse con los pies en la realidad se convierte para Joel en la necesidad primaria. Para ello recurre a la escritura, en la que vuelca su mundo onírico, lleno de elementos identitarios que cobran las formas de sus fantasmas, pero desde el que también surge la esperanza, una nueva mirada sobre la realidad y sobre él mismo que le servirá para intentar sanar y salvarse. La escritura aparece como una tabla de salvación, que es aparentemente lo que ha significado para Víctor en su lucha personal. En ambos casos hay sangre, frustración y pérdidas, pero también una brasa siempre a punto de encenderse, porque la literatura —y esto es algo que no podremos explicar nunca— tiene esa extraña capacidad de mecernos y convencernos aunque sea por un momento de que en ella estaremos a salvo.

Si bien la historia de Joel resulta conmovedora y cautivante, el tono de los extractos de su libreta reunidos bajo el título «Experiencia bipolar sin alcohol», me ha resultado realmente exquisito. A través de ellos vamos descubriendo cómo es el proceso de desintoxicación de un bipolar. Para quienes, respecto al resto de los alcohólicos, existe un agravante: dejar de beber es perder una parte de la identidad que se ha desarrollado-estabilizado con el consumo, y es un reconstruirse doloroso que los obliga a enfrentarse a situaciones contundentes de extrañeza para con ellos mismos.

Descripciones contundentes en torno a la forma en la que la bipolaridad se manifiesta y va socavando las ilusiones, el trabajo y la estabilidad de los que la padecen, y clarísimas explicaciones sobre los atajos que toma la mente para autodestruirse, acompañan la ficción y sirven de faroles para entender mejor las reacciones de Joel. Los diversos estados son descritos de una forma impresionante, creo que sólo por ello merece la pena leer este libro. Dejo algunos ejemplos:

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Otra cosa que creo que el autor plasma de forma magistral es esa contradicción que aflora ante el descontrol (la desinhibición que provoca el alcohol permite que el trastorno se vea reforzado y con él sus sucesivas fases). Y contradicción es quizás la palabra que mejor defina la angustia de la bipolaridad —esa oposición y ese desequilibrio en el vivir, cuando el cuerpo y el corazón van a destiempo, cuando te desvinculas de tus propias emociones porque el sufrimiento que te azota es tan profundo que escoges la desidia— y que se ve reflejada en situaciones cotidianas que deberían ser dulces y terminan en catástrofe.

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Y por último, respecto al discurso del libro, quiero resaltar otro elemento que me ha fascinado. Tiene que ver con la percepción que el protagonista tiene del tiempo, y la forma repentina en que ésta puede cambiar atizada por el trastorno bipolar. Joel se aferra a un presente que a simple vista parece lumínico, y cuando tiene los ojos puestos en él, todo parece brillar y cobrar sentido, pero de pronto las sombras del pasado refulgen y como fuegos fatuos le van llamando desde lo más profundo de su ser, hasta conducirlo al camino de la duda. Para plasmar esto Víctor juega con los tiempos, saltando de forma imprevista del pasado al presente y visualizando en imágenes-chispa el futuro. La reminiscencia, el regreso a sensaciones o imágenes de la infancia y el calor de la memoria, son los hilos conductores de estas partes de la obra. Y dejo un pequeño fragmento que creo ilustrará mejor que yo lo que quiero expresar.

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Foto: Un universo en palabras (Instagram)

La luz de «La taberna»

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«La taberna» no es una novela. No es una ficción al uso. Es un libro de exploración interior. Es una ventana para mirar en torno a nuestras miserias y decidirnos a cambiar o no aquello que nos hiere. Es una lectura sólo apta para aquellos que deseen conocer más en detalle la forma en la que la bipolaridad escarba y daña la psique, o los que quieran buscar respuestas a esas mismas preguntas que siempre nos hemos hecho (y nos haremos) en torno al alma y la identidad. Miles de preguntas van surgiendo en el camino, algunas que Joel tendrá que responder, otras que, como ya sabemos, carecen de respuesta, pero que sirven para reescribir esa idea que tenemos de la vida, que en el mejor de los casos se halla siempre en constante movimiento.

La tormenta volverá. Esta es una de las certezas de Joel. Pero con ella, también aparecerá otro faro en algún punto del horizonte, porque después de la noche siempre amanece. Quizá esa idea, que queda latente al finalizar la lectura pueda ser un bellísimo mensaje; ese inagotable deseo de mantenerse en pie a pesar de todo. Y es ahí donde brilla el gran consejo, que sin duda puede servirnos a todos. Sea lo que sea lo que nos toque enfrentar, lo importante no es si eso nos está ocurriendo para algo, sino qué somos capaces de hacer con él.

Para escribir un libro como «La taberna» se necesitan dos cosas aparte de un delicado manejo del lenguaje. Se precisa la consciencia de estar quebrado-perdido y la valentía para poner en palabras esa herida, quizá con la esperanza de ayudar a otras personas perdidas-abandonadas a encontrar su propio farolillo. Esta lectura no se puede tomar a la ligera, te cambia profundamente y te obliga a replantearte aspectos de tu vida y tu identidad que igual dabas por sentado.

¡Lean «La taberna» para descubrir que las cosas no son nunca lo que parecen y para recordar que en esta absurda vida que nos ha tocado todos podemos perdernos (y encontrarnos)!

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Foto: Un universo en palabras (Instagram)


 
 
LA TABERNA
Víctor Fernández García
Silvia Gual (Ilustraciones)
Amazon Kindle / iBooks Apple
13-97815393984-1-7
250 páginas
Papel: 7,86 €
Digital: 1,99 €



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