Los libros que nos esperan: el poder de la lectura


Tengo una hoja llena de nombres de libros que quiero leer. De lecturas que se enlazan en un punto sobre temas que me temas me interesan poderosamente. Una lista de mujeres que han dicho basta y escriben desde la rabia y la guerra, de hombres que buscan incomodarme y que lo consiguen, y de títulos que llevo un tiempo persiguiendo. Lo hacemos todos los lectores. Anotamos, perseguimos y a veces conseguimos dar con esos libros. Y, si tenemos suerte, esas lecturas nos cambian. Ahora bien, ¿por qué leemos? ¿qué es lo que nos impulsa a zambullirnos en ese territorio silencioso que es la lectura? He preparado una serie de artículos en torno a la lectura que intentan responder a estas preguntas. Comenzamos por definir esta pasión que nos une.

¿Por qué leemos?

¿Podríamos dar con una respuesta contundente a esta pregunta? Parece que no, porque hay tantas posibles argumentaciones como personas apasionadas por la lectura existen. Resulta difícil reunirnos a todos en un mismo grupo porque lo que nos mueve a zambullirnos en un libro puede ser muy diferente en unos y otros. Y sin embargo, podríamos decir que todas nos parecemos en algo: en una pasión por la vida que no podemos con ella. Por eso, aunque algunos leen simplemente para pasar un rato divertido y otros lo hacemos empeñados en discernir el hueco de la ausencia, en ambos casos lo que queremos es lo mismo: vivir, vivir, vivir. Sentir la vida en cada uno de nuestros órganos.

La lectura nos otorga un placer inexplicable. No necesariamente nos hace más sabios, porque todo depende no sólo de qué leamos sino, y principalmente, de cómo realicemos ese acercamiento. Pero sí sabemos, porque lo venimos experimentando desde hace mucho tiempo, que la lectura nos permite sentir cosas que no podemos descubrir ni intuir a través de ninguna otra actividad. Por eso, aunque no sepamos responder al porqué, sin duda podemos afirmar que es una pasión y un disfrute que no dejaremos nunca.

Muchos escritores han intentado definir ese placer. En su mayoría se apoyan en las bondades que otorga la lectura. La inmensa Wislawa Szymborska, por ejemplo, expresó en cierta ocasión que lo bonito de la lectura era que por un ratito te permite sentirte libre y lo definía como el pasatiempo más glorioso que se le podría haber ocurrido al ser humano. Para Rebeca Solnit, por otro lado, la experiencia lectora es como internarse en un bosque en el que le aguardan no sólo experiencias inimaginadas sino vínculos que no sospechaba. Define asimismo el acto de la escritura como el más íntimo y solitario que existe y considera que el talento no es lo peculiar en este tipo de dedicación solitaria, sino la vocación, el empeño de hacer de la vida una extensión de soledad y trabajo.

También David Foster Wallace se expresa en torno a la lectura, y dice que en su caso el acto de leer tiene que ver con el deseo de divertirse, de pasarla bien. Y ese divertimento tiene que ver con el asombro que sintió durante sus primeros encuentros con la lectura. El ser consciente de que los libros son una forma de intercambuio entre los seres humanos, una conversación sostenida a través de un objeto tan peculiar siempre le ha llamado muchísimo la atención. Leer es divertirse y conversar, entonces.

La lectura y el mundo

Para algunos leer también es encontrarse, como podemos leerlo en el libro «Cómo leer y por qué» de Harold Bloom. Y es que, a veces muchos personajes nos desvelan cosas de nosotras que ignorábamos o que teníamos algo olvidadas. Así, a través de la lectura no sólo podemos vernos reflejados en los personajes o en las situaciones que atraviesan las páginas de lo que leemos, sino también explicarnos cómo es el mundo y realizar un ideal de cómo nos gustaría que fuera.

Por eso suele decirse que la literatura tiene la habilidad para cambiar el mundo; no tanto por cómo modifica la realdiad (sabemos que es casi nula su influencia) sino porque nos permite imaginarnos una forma distinta de vida y eso hace que algo se transforme en nosotros, en nuestra visión acerca del mundo que nos rodea. Y en esa chispa que se enciende en nosotros, igual hay posibilidad de futuro.

¿Por qué leemos? Ninguna respuesta me parece más contundente como la que da Daniel Gigena en este artículo, que es una contrapregunta: ¿Y por qué no? Así que ya lo sabes, aunque leer no nos haga más sabios, ni más felices, ni más lo que sea, es una buena práctica para disfrutar del tiempo y para intentar delucidar lo que existe más allá de nosotros. Además, si tanto nos gusta, por qué darle más vueltas, ¿no? ¡A disfrutar se ha dicho!



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