Lectura de siempre

En tiempos anteriores, el sistema educativo hacía más énfasis en la lectura de obras maestras de la literatura mundial. Recuerdo que debíamos leer María, del novelista colombiano Jorge Isaacs (1837-1895). Muchos dirán que María es demasiado romántica para estos tiempos.

Pero aquel tipo de literatura que planteó el escritor en la obra tiene afinidad con todas las épocas, pues la narración revela una sensibilidad poética que apunta -directamente- hacia el lirismo. Lo lírico fue, es y será. Los amores imposibles seguirán teniendo aceptación literaria porque resaltan el prototipo de un sentimiento y de una situación irrealizables.

La imposibilidad amorosa es un desafío literario de todos los tiempos. Por otra parte, son muchos aquellos lectores que quieren retirar los ojos de la cotidianeidad, y echar una mirada hacia el ideal de la belleza femenina: cabellos largos y ensortijados, ojos claros, rostro blanco, cuello altivo… Es cierto que vivimos una época de plásticos, de consumismo, de pasiones cibernéticas, pero íntimamente, el ser humano sigue recreando la ilusión de un amor al que le ocurran las estrellas, los besos largos, la noche, la llovizna…

El amor entre María y Efraín tuvo que tener -necesariamente – aquel final infeliz. María, como la protagonista de La dama de las camelias, de Alejandro Dumas, se va deshojando lenta, paulatinamente, y muere víctima de la epilepsia. Al volver de Europa Efraín, su enamorado, sólo puede ya visitar lo que quedó de su amada: una tumba, una cruz y un ave oscura y extraña sobre ella.

Ni siquiera un beso

Por otro lado, es de tener en cuenta la técnica impecable con que Isaacs abordó la novela, mostrando el impecable “decorado” de aquel romance que no alcanzó siquiera el “detalle” de un beso. Hay un tratamiento de la historia, de la moda, de las costumbres, así como también descripciones muy hermosas de determinados lugares de la geografía colombiana. Jorge Isaacs es reconocido como uno de los grandes escritores de Colombia.

Como poeta que también era, su obra poética no alcanza, sin embargo, resonancia, pero María, publicada en 1867, es interpretada como la mejor novela romántica de Hispanoamérica del siglo XIX. Estético hasta la médula, el autor muestra el interés que puede despertar en los lectores el uso delicado, casi perfecto, de la palabra, para describir situaciones, escenas y costumbres de la gente del Valle del Cauca.

Gabriel García Márquez elogia la técnica del novelista nacido en Cali. La perspectiva del tiempo, tan bien llevada en la novela, es tomada -según los críticos literarios- por Gabo, para dar un giro circular a su novela Cien años de soledad, donde todo transcurre a través de un tiempo que termina por devorarse a sí mismo.

Otra novela que también leíamos era Marianela, de Benito Pérez Galdós. Acaso era la más humilde, la más discreta, pero venía muy a cuenta con las obras básicas que debíamos leer durante nuestros estudios secundarios. Su autor nació en 1843, en Las Palmas de Gran Canaria, y falleció en Madrid, en 1920. De talento amplio, hizo de todo: artículos para las revistas de la época, obras teatrales, novelas breves y largas, y política. Este coloso de las letras de España no recibió el Premio Nóbel de Literatura. Una injusticia más de las premiaciones literarias que van a caer sobre los “inesperados” mediocres fue su caso, pues el premio lo recibió Echegaray, contemporáneo suyo, de escasa valía literaria.

Benito Pérez Galdós había escrito alrededor de noventa obras a lo largo de su existencia. Una de ellas, es muy conocida; me refiero a Fortunata y Jacinta.

Marianela fue uno de sus éxitos literarios. La protagonista, una niña fea, pero de gran corazón, estaba profundamente enamorada del señorito de la casa: un chico ciego. Esta es una historia de amor infantojuvenil muy bien contada, ciertamente. A través de la pluma de Benito Pérez Galdós, el lector puede apreciar un ambiente y la ilusión del amor encendiendo el corazón de Marianela, que se convierte en una suerte de lazarillo del señorito.

El chico ciego no puede apreciar los colores ni las formas de la naturaleza, pero con la ayuda de su pequeña “preceptora”, imagina, logra “entrever” las aves surcando el cielo, el ramaje de los árboles llenándose, con la llegada de la primavera, de flores de los más encendidos colores, las montañas quietas, grandiosas, desafiando a las nubes tormentosas.

El autor arrepentido

Y cómo no recordar Platero yo. Dirán que el material es una lectura para niños o adolescentes. Nada más lejos de la verdad, pues la obra, que es mezcla de poesía y prosa, causa un placer estético en el lector adulto, que va descubriendo un mundo donde la ternura y la inocencia encuentran un símbolo en ese impetuoso rucio. Su autor, Juan Ramón Jiménez, es señalado como uno de los grandes poetas de España. Cuenta la leyenda que Ramón Jiménez, después de publicar Platero y yo, inmediatamente entró en dudas sobre la calidad del libro. En cierta manera, es un hecho que a los poetas, novelistas y cuentistas les sobrevenga el temor (a veces infundado, y a veces no) de haber dado a la luz una obra que no está a la altura de la pretensión con que se empezó a escribirla. En otras palabras, son muchos los escritores arrepentidos de sus publicaciones. Y continúa diciendo la leyenda que Ramón Jiménez iba detrás de cada ejemplar de Platero y yo, para sacarlo de circulación y devolverlo a la oscuridad. Convencido, después, de que esa saga suya era buena, el escritor hace las paces con su obra. Prontamente llega la fama al libro.

Se instala en los ámbitos literarios con éxito, y va por más, convirtiéndose en un peldaño ejemplar de fomentación de la lectura en niños y jóvenes. En cuántas aulas de estudio, los estudiantes entraron, entusiasmados, dentro de los pasillos de la lectura literaria, siguiendo las aventuras y desventuras de aquel burrito “pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.”

Juan Ramón Jiménez, nacido en Moguer, en 1881, falleció en 1959.

Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)

Más información sobre Delfina Acosta

Comentarios9

  • mary

    muchas gracias por mandar informacion tan enriquesedora e importante.

    gracias por mantener viva la poesia.

  • jose oscar correa

    saber que la literatura es el medio fundamental,para poder aprecir la vida y la que esta misma nos ofrece.el sentir y buscar en las perdidas de aire sobre una tarde soleada y bastante ardiente sobre la piel del ser humano. es querer sentir, es querer buscar el sentido mismo de la vida misma.
    te invito a leer los poemas y busca una motivacion diferente cada dia para vivir con alegris

  • jhon jairo chica

    Es la literatura y la poesia tan grande, que nos lleva en la imaginación a lugares hermosos y nunca vistos y ante todo nos hace vivir la vida de una forma màs hermoso y afortunada.

  • maria

    gracias por todo , son muy buenas las noticias me gustaria saber mas de la novela maria publicada en 1967. gracias chauuuuuuuuuuuuuuuuu

  • Apostillas literarias

    Hay una novela que se llama 'Carmen', del escritor mexicano Pedro Castera, en donde hasta el roce de la falda con la mano del galan enamorado provoca éxstasis, pero nunca pasa más allá, ya ni pensar en un beso. Es extremadamente romántica, pero una belleza de obra, la recomiendo mucho.

    María, de JI, es una gran novela.

  • Diana Seminario

    Realmente me encanta la literatura,siempre me gusta aprender porque nuestra vida es un constante aprender.En cuanto a la literatura me da mucho gusto esa informacion por ser de mucha importancia.

  • Apostillas literarias

    "Extasis", perdón.

  • hector vega chavez

    soy poco de leer pero me gusto bastante cuando se pone interesante los pasajes

  • sheyla DIAZ SEGURA

    beuno yo solo les puedo decir q la obra maria esta estupendo y les recomiendo que lo lean y si no les agrada la literatura eso no es problema lesnla solo por pasatienpo y les aseguro que no se arepentiran por q a mi tampoco me guata la literatura pero me encanto esta obra literaria.
    Bueno chauuuuuuuuuu espero q la lean cuidense.



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