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María Monvel
Palabras de un Amante
a Luisa Ackermann
Como yo del amor me entrego a la corriente
y sumerjo, en las aguas a que me he abandonado,
mi corazón, y estrecho contra mà , locamente,
un ser idolatrado.
Yo sé que sólo estrecho como una quebradiza
forma, que puede helarse de pronto, sombra vana,
y que ese corazón de llama y ceniza
será polvo mañana.
Y que no saldrá nada. Ni una chispa siquiera
que se huya a esa mansión romántica imposible...
Polvo no más, y acaso una piedra ligera
con la muerte impasible.
Y han de venir serenos en la postrera hora
cuando la carne del espÃritu se evade,
ante aquellos despojos donde el alma no ora
¡a hablar de eternidades!.
¡La eternidad! Extraña y tremenda amenaza
al amante que gime destrozado en su duelo;
lanzarle aquella frase que enloquece y abrasa:
¡ la eternidad, el cielo!
¡El cielo aún ! detrás de aquel hoyo profundo
¿ se abrirÃa al objeto de mi pasión celosa?
No quiero, entre ella y yo, los abismos de un mundo,
basta con una fosa.
Se me replica en vano para calmar mi llanto
el ser del cual la muerte sin piedad te separa.
¿Qué dirÃas si el cielo que tú maldices tanto,
por fin, te lo entregara?.
Entregármelo ¡oh Dios!. mas, distinto, cambiado,
con otros pensamientos y otro amor diferente,
sin que quedara en él nada del ser amado
¡y amado locamente!
¡Ah, no ! ¡ Qué todo muera con ella! Lo prefiero
y no encontrarla nunca, no verla nunca más;
que el dolor que en sus garras me destroza prefiero
¡al consuelo que das!
Y ahora, cuando siento bajo leve caricia
mi corazón que vivo palpita apresurado,
mientras sobre hondo caos, en olas de delicia
le mantengo estrujado.
Sin pesares inútiles y sin amargas quejas
me dejo asà mecer por la cruel realidad.
No quiero, ¡oh,Dios! que , loca quimera, por mà tejas
tu absurda eternidad.
¿Qué harÃa yo de aquel más allá insoportable
yo, que no soy sino ternura y vehemencia?
Mi cielo está aquà abajo, horrible o adorable.
¡No quiero tu clemencia!
Durar no es nada, al fin, madre naturaleza,
y si el amor se enciende bajos tus hondos ritos
que importa el ser fugaces, si habemos la certeza
¡que somos infinitos!.
Voluptuosidad es sublime heroÃsmo
lanzar en el vacÃo la mirada perdida.
Se ama más hondo cuando se ama sobre un abismo.
donde oscila la vida.
Cuando venga la muerte y este lazo invisible
se deshaga de pronto que nos sujeta ahora
y sienta yo en el alma la agonÃa terrible
de su postrera hora,
tendré valor. Mi propio dolor me dará brÃo
ante lo que nos va por siempre a separar.
Y habrá bastante amor este corazón mÃo
¡para nada esperar!