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Luis Alberto Arellano



Una roca por mitades



Tiembla
cielo
han llegado
son los bárbaros que asoman
al horizonte de la acrópolis.

Han venido de tan lejos, distinta tierra
a la que nombramos madre
con sus batallas deslizándose en la niebla
con sus caballos de formas extrañas, sus magos que todo
lo crean, con sus cacharros y sus vicios
con el cruel hábito de los vientres unidos
en mutua soledad
hembra y macho olvidando
en otra boca.

Son ellos, los bárbaros, después de tanto desenlace
ellos sabrán qué hacer
con nuestros dioses, mudos y furiosos
los desbocados augurios
y el silencio sospechoso de las aves.
Ellos podrán, lo sabemos, aliviar
los despojos de nuestra ruina.

Ha ya tiempo que nuestros hombres
solo miran placer en otro hombre
que las féminas se desquician solitarias
como la roca partida por mitades
llorando agua
como los avisos
de líquidos minerales que se dejan escuchar
en boca de los ciegos o las vírgenes.
Ellos, los otros, vendrán cargados de sus hijos y sus madres
llevando a cuestas el hogar y las cenizas
sus muertos, la peste, el fuego.

El vigía en torre grita paciencia
que no son ellos. Los harapos y el desánimo
son nuestro viejo rey y la corte
el polvo que les cubre es de esta tierra
por muy lejano que haya sido el viaje.

Él partió a su encuentro siendo joven
hubo quien juraba haberles visto.
Ahora regresa y la ciudad tiene puertas selladas.
Creímos que eran ellos, lo juro
pero es sólo la maldita costumbre de esperarlos.