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Julio Leite
A Miguel Trafipán
Aparceló su corazón 
en diez tremendos corazones 
y los trasladó 
por el río bueno 
                    de sus brazos 
hasta ese mar 
de madera y cuerdas 
que resuena 
en la luna hueca 
                    de su centro. 
Será por eso 
que las yemas 
                    de sus dedos 
y sus uñas 
                    -armaduras sensibles- 
Laten, gritan, 
                    lloran, ríen... 
Ya no distingo 
                    cuerpos, 
                              formas, 
sólo siento a Miguel, 
madera nuestra.