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Hugo Gutiérrez Vega
Suite doméstica
                                        Margot está en la ventana...
I
Te digo que quiero quedarme
a vivir en la ducha.
No comprendes de inmediato,
pero después te rÃes
y tus dientes son compasivos
e irónicos.
Tienen la complicidad
de los quince años juntos.
Te digo que no quiero salir de la ducha
y tú, sentada junto a la ventana,
cepillas tus cabellos pausadamente.
Desde la ducha te envÃo mi despedida,
y el torrente organiza
el trágico naufragio del jabón.
II
                                        Una ofrenda de dos
                                        que aunque pecaron
                                        han vivido.
Mientras me dices
que ya estás cansada del café,
de los huevos fritos
y de la pedagogÃa activa,
haces cuentas, las siempre
equivocadas cuentas optimistas,
y te rÃes de lo que pasó anoche.
Me dices que convendrÃa copular.
(Una luna de agencia de viajes
anda sobre los edificios.)
Esta semana se cayó un cuadro
y un amigo derrotó al viejo sillón.
La casa peligra... copulemos.
III
                                        Todo fue brillante
                                        menos el final.
Porque soy un señor domesticado
que escribe versos
y gesticula en los parques,
digo que nada pido.
La vida ha derramado su cornucopia
sobre mis zapatos.
Tengo un auto, dos trajes,
diez pañuelos, y me puedo comprar
nuevas corbatas.
Me inquietan las jornadas submarinas.
Sé volar y lo hago raras veces.
Aquà paré mi tienda. Sólo espero
esa fiesta nocturna. Me moriré
cuando el placer termine.
                                        La vita non è sogno
IV. Declaración final
                                        Irascor tibi sic meos amores?
                                        paulum quid lubet allocutionis,
                                        maestius lacrimis Simonideis.
Exploro el domicilio. Me gusta
este desorden vivo.
Cuando la casa siente
que se pega a la tierra
empieza a protestar,
decide irse,
y los libros se llenan de humedad.
Dos veces vimos ya la misma arena.
Nunca somos los mismos.
Es tiempo, amada gente, de largarnos.