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Eloísa Sánchez Barroso
Un sordo rumor de nada
Llegué tardÃa,
con una inmensa ilusión fraguada en la esperanza
de que todo sucediera.
TraÃa la ternura para regalarte;
bajo mis párpados, febriles vuelos de golondrinas
y maduros racimos en mi costado.
Llegué pródiga: puro deseo era de agasajarte.
Pero habÃa ya -en amorosa cópula- fecundado Dios
el codiciado centro de tu dilatada hondura.
Fue tu desmesura en todo, tu exaltación constante.
Qué derroche lujurioso cubrió tus primaveras
y empapó tu boca con el néctar añejo de los dioses...
Qué infinito acorde de prorrumpida música
deleitó tus armonÃas...
Henchida tú y enardecida, rebosando éxtasis,
pájaros mÃticos te brincaban regocijando la tarde,
mientras la oscura sinrazón del olvido
se adueñaba de mÃ. De mÃ, sÃ, que te amaba
con el transido desvelo de mi pecho enamorado,
que aguardaba de ti rendido fervor y mágica correspondencia.
Relegada quedéme, al agravio sometida de tu vértigo lunar
y tu ceguera. Y duéleme tu olvido de mÃ,
duéleme, sÃ, tu desdeñosa indiferencia.