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José Carlos Cataño
AMORES ILUSTRES
YO también podrÃa decir algo acerca de eso. Guardaos vuestras estrellas polares, vuestras interminables noches de amor, vuestras damas exquisitas, vuestras hembras calientes como una mañana por Nyangabulé. Tanto me da.
Acaso el amor sea el instante en que tiemblan dos cuerpos demorando derramarse el uno en el otro, los ojos en los ojos, la lengua en el secreto previo al desfallecimiento.
Su rostro no era hermoso y era persona de pocas palabras. TenÃa desde noviembre no sé qué semilla en agua, y ayer, como quien dice, se convirtió en un tallo finÃsimo, imparable, en la alegrÃa de la casa.
(de El cónsul del mar del Norte, 1990)