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César Vallejo
Los dados eternos
Para Manuel González Prada esta
emoción bravÃa y selecta, una de
las que, con más entusiasmo me
ha aplaudido el gran maestro.
Dios mÃo, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes MarÃas que se van!
Dios mÃo, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sà te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mÃo, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mÃo, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roÃdo y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.