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Clara Janés
Quietud
El ojo de la noche
descubre el pálido abandono
y absorbe hasta el negro su blancura.
He aquà un espejo vacÃo
que alcanza
la otra cara del vacÃo.
He aquà una apertura sin fin
y sin confÃn.
¡Mira como el amante huido
se borra para sÃ
y es una gota de dolor
que el veneno
alimenta de vana blandura!
La quietud sin horizonte
abre las venas del aire
y el aire arranca al desierto de mi boca.
Y vuelve mi caballo
a Pasargadas
arrastrando el espectro
del deseo
mientras esbozan sus cascos
vanos indicios de movimiento en la arena,
borrados de inmediato
por el viento.