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César Dávila Andrade
La casa abandonada
(Entré al atardecer, con sol perdido)
El patio lloraba una estatua vacÃa.
Profundos caballos de polvo viajaban
hacia los lugares más vagos del moho.
Un hoyo remoto pasaba a la nada.
El vacÃo entraba con sus muchedumbres
y con sus inmensas campanas ya mudas.
OÃ un paso dado en otra centuria
y vi en una cisterna el muñón de mi alma.
Un viento blanquÃsimo dormÃa doblado
en un seco lienzo de aves olvidadas.
Un reloj yacÃa en ácidos profundos
y el peso de un pájaro recorrÃa el muro.
Una niña muerta soñaba en un cuento
dicho desde una alta ventana de niebla.
Hacia atrás viajaba un abecedario,
los dÃas antiguos eran los primeros
por una pequeña compuerta de naipes...
(En un muro blanco, hallé esta leyenda:
"El 7 de marzo murió MarÃa Eugenia").
Arriba en la tarde flotaban obispos
con lámparas llenas de azufre y de trigo.
Arriba en la tarde.
Y no era yo mismo el que habÃa vuelto.
Era un extranjero al que a veces lloro
y en el que ya he muerto