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César Antonio Molina
Vienes en la noche de Cuzco con el humo fabuloso de tu cabellera
Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa
y yo a kilómetros de distancia
en tu túnica de tela real finÃsima,
transparentes ambos cuando al estar mojados
de tinta o mar se dejan ver preformes,
voluptuosos por la oblicuidad del oleaje.
Mis dÃas están plenos en el resollar fatÃdico del océano.
La sal, la nube, la amarga espuma, el cielo brocado
boya en el adiós.
El poema y tú estáis en la otra orilla.
Una extensión lÃquida media entre nosotros
y un cocodrilo aguarda en la playa
como tintero, ojo, ombligo, áspid fosfórico
que guÃa la sed de mañana.
Mi mano aspira al encuentro.
Todo en ella está preparado,
jaula y cebo,
para las garras llenas de bálsamo.
Mi noche es ahora dÃa,
mi dÃa es ahora noche.
¿Quién nos caza?
Mi mano está sobre el desnudo papel de la mesa,
y mi deseo a kilómetros de distancia
te sale al encuentro.
Tu cabellera ondula la escribanÃa como una vegetación.
Rueda humeante en las mareas,
desea morir y renacer.
Sus pies son un torbellino y su cuerpo está aéreo
como mi mano de cazador que sigue pasos,
aquella huella alzada contra las frondas.
La voz del poema clama como el ánsar o la llama cogida en su celo
y es tu imagen quien me aprisiona en el mismo vibrar.
Mi mano está sobre la desnuda piel de la
el ámbito interior crea un espacio de silencio,
en la lÃnea de papel,
por donde el viento seca esta tinta simpática.