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Ariel Montoya




Presea del recuerdo


Me viene tu recuerdo
desde las esquinas
y los semáforos
me sale al paso
cuando salgo del baño
o cuando entro a la oficina,
me persigue
hasta la estación
más cotidiana de mis quehaceres
me arrincona
en delirantes sótanos de tristeza,
me desparpaja el alma
cuando siento que algún día
no estés
de este lado
de mi vida.

Me embriagan los olores
de las flores
que yo interpreto como tuyos
añadiéndoles
el coraje
de tu aroma.

Tu recuerdo,
amor,
echa anclas al corazón
llora con la ternura
de un dinosaurio
detenido
en la prehistoria.

Es almohada,
primavera,
calor y sueño,
es charla común
con las estrellas y la brisa
es motivo
de discusión
en la alta
noche solitaria
en la que se derrumban
como escombros
mis delirios guardados.

Tu recuerdo está siempre en mí,
me viste
el alma,
me calza
el futuro,
es mi lente de contacto
para visualizar el universo
es la bufanda
para el viaje,
es la camisa
que cortinea
en mi pecho,
el telón
siempre descorrido
y
escénicamente preparado
para ofrecer
mis mejores
montajes amorosos;
mis sainetes,
fielmente reservados
para las tablas
almibaradas
de nuestro lecho.

Tu recuerdo
es mi bandera,
en su telar
la soberanía de mis lágrimas
se derrama,
con su asta
guío a pueblos
enteros
por diásporas
y esperanzas.
Es mi abrigo
para atemperar
los ingratos inviernos.

Hace la merienda
con los higos
de tus pies,
cena
con el paladar
de tu sexo,
mi mesa favorita
mi banquete de gala
acompañado
con el mantel
de tu cuerpo,
el vino
de tu sangre,
las naranjas
de tus senos,
y el bello
frutal
de tu pubis
donde mi carne,
desesperadamente,

como un muerto
sumido en la felicidad
se entierra.