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Angélica Becker
Carta a un enemigo
Integra tierra que acoge
firmemente
el pie del que busca aposento
¿por qué hostilizas
con tu dureza rocosamente certera
el aire tenue, indeciso, que apenas se opone a tu vida?
No. No me comprendes. Dirás: «Lo que dices
son cosas apenas humanas. Explica. ¿Qué quieres?»
Y luego diré:
«Es la estrofa
primera de una trágica canción, titulada:
Diálogo
entre el aire y la tierra.»
Y si aún me dices: «No comprendo»,
te diré la segunda estrofa,
la respuesta de la tierra dolorida, expuesta a los vientos que
asaltan
sin piedad
sus flores más entrañables, sus más tiernos capullos.
Y si aún me dices: «No comprendo»,
no me atreveré a decirte
la desnuda verdad todavÃa, el humano dolor que te acecha
cuando yo me siento feliz, la tristeza que invade
cual aguda cuchilla mi pecho, cuando tu pecho
dulcemente se envuelve
en el calor de la dicha, del amor adeudado, cual si fuese un
abrigo de rosas
auténticas.
No me atreveré a decirte lo que siento
con pecho transparente y palabras
sin doble fondo alegórico,
y te diré,
simplemente,
la estrofa tercera:
El viajero avanza,
migratorias raÃces, sus pies que se empapan
de la cálida tierra,
sostenidos por la roca paterna y sus feudos seguros.
Pero su pecho
con dicha en el aire respira, se dilata, se ensancha,
aún alienta con gozo...
Y si aún me dices: «No comprendo»,
te miraré sin hablarte, y verás en mis ojos
un lÃmpido claror sin odio, una lágrima tenue...