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Federico García Lorca
Gacela del amor imprevisto
Nadie comprendÃa el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabÃa que martirizabas
un colibrà de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormÃan
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre.
Siempre, siempre: jardÃn de mi agonÃa,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.