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Americo Ferrari




Borrados

Al principio tenían sus rasgos bien marcados: ojitos boquita pequeño mentón. Netos voluntariosos como si todos se sintieran ya alguien como si no hubiera roce con lo de afuera y todo perfil fuese de marfil. Crecieron un poco y la brisa tibia les destiñó algo el ceño - después se ensañó: el viento maligno les lavó los ojos los deslavazó - el rostro ya no arrostraba sino poco: tímidos, destemidos. Sus figuras aún parecían duras: el roce con el goce definitivamente los desfiguró.

Ahora andan de día y la luz del día los transfigura en pura transparencia - nadie los ve. Vagan de noche y su materia de fantasmas deja apenas una huella borrosa y un vago rumor como si el aire se pusiera a temblar. Luego al pasar bajo la luz de un farol recobran toda la transparencia de la luz y al entrar de nuevo en la sombra absorben la noche toda pero ni siquiera la tiniebla sabe de ellos. Nada. Como si los hubiera borrado el roce con lo que es. Son el bulto de nadie. Quién los distinguirá jamás.