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�lvaro Miranda Buranelli




Mi ángel

el ángel vino a mí de pronto, me protegió
tenía el rostro de mi madre: “hijo, has vuelto
a vivir”. Tenía algún tiempo más, supuse,
he de enmendar mis criterios, los actos deben
ser cambiados. Pero permanecí irreductible
hoy podría haber sido ayer o quizás mañana
nada cambiaría, en todo caso
hubiera sido un accidente más, una pequeña nota
en los periódicos, algún obituario,
vendría el carpintero a reparar la madera
el vidriero cambiaría el vidrio por uno nuevo, brillante,
la trampa estaría servida otra vez
dando trabajo a otro ángel. “Vés, no quieres reconocer
cuando te equivocas”. “Lo sé, madre, es que siempre
he vivido equivocado. No sé vivir de otra manera”.