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Alberto Ángel Montoya




La voz apenas

Yo me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los marinos
oyendo el mar desde la tierra.

Y sin embargo yo algĂșn dĂ­a
pude ceñir la fåcil hembra
y asĂ­ ganar en dulce viaje
la costa azul de sus ojeras.

Y beber pude entre sus manos
el agua amarga de las penas,
por sĂłlo hundir entre sus senos
mi ansia de onda y de sirena.

Yo amé mujeres como islas
entre amplios lechos de marea
donde las olas de los linos
alzaba el gozo de la entrega.

Y vi penĂ­nsulas de brazos;
playa al amor del beso abierta
para llevar el labio lento
hasta una rada de sorpresa.

Y hallé las cóncavas marismas,
-que son lo mismo alga y guedeja-
y hacia ellas iba la pasiĂłn
como hacia el norte va la vela.

Pero la voz de esa mujer
era la Ășnica sirena
para el oĂ­do turbulento
en las sensuales odiseas.

Y me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los marinos
oyendo el mar desde la arena.

CuĂĄn tristes son los marineros
que ansiaron muerte en la tormenta,
y junto al mar, un cualquier dĂ­a,
la muerte encuentran en la tierra.