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José Albi
AMOR LEJANO
Abro, de par en par, el viento, la ventana
y te contemplo, amor, voy contemplando todo lo que fue mĂo:
los almendros alegres todavĂa,
y el mar en los almendros, la luz en los almendros,
y más mar todavĂa allá a lo lejos.
Quizá piense en tu piel,
quizá vaya pasando la mano por la corteza de los pinos,
quizá los años vayan cayendo como las gotas del grifo;
quizá los siglos.
Y quizá todavĂa te tenga entre los brazos,
como ayer, como siempre.
ÂżOyes los montes? Puede que canten.
Puede que se derrumben,
que se acuerden de ti, que te nombren,
que inventen la palabra burbujeantes, nueva, '
como el agua de los neveros despeñándose,
como mi voz en medio de la noche.
-ÂżDuermes, amor?
No me contesta nadie. SĂ© que duermes.
Bernia, como un gran perro bajo la luna,
se acurruca a mis pies.
Oigo su palpitar estremecido.
Ifach, allá a lo lejos, se nos hunde en el mar,
golpea las estrellas con su silencio.
Más cerca, las luces chiquitinas, lentas y fieles de Guadalest.
vuelvo a rozar tu sueño
tu piel con luna,
los dos rĂos lejanos de tus piernas.
Tú, montaña también, valle dormido,
mar toda tĂş.
-ÂżDuermes, amor?
Gotea el grifo, ladra un perro
infinito, remoto como la eternidad.
Voy a ciegas, tanteo las paredes
y los acantilados y los vientos.
Te amé, te estoy amando, te estoy llamando.
SĂłlo un eco de piedra me contesta:
Aytana, Chortá, Bernia...
La casa está vacĂa.
El silencio respira aquĂ, a mi lado.