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Marilina Rebora




QUIÉN VOLVIESE A TENER...

¡Quién volviese a tener, para que nos cubriera,
una madre -de noche, los párpados febriles-,
quién un rozar de labios en la frente sintiera
despejando el fantasma de temores pueriles!

¡Quién tuviese, otra vez, sobre la cabecera
un rostro de ternura -en pálidos marfiles-
y quién bajo una mano que al fin nos bendijera
sintiese disipar las penas infantiles!

Habría que tornar a la distante infancia
a los antiguos días de los alegres años,
esos tiempos de ayer en los que la fragancia
era toda de miel, bálsamo y ambrosía,
en los cuales la cura de los mayores daños
se lograba con sólo tu beso, madre mía!