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José Ángel Buesa




SEGUNDO POEMA DE LA ESPERA

Por un agua de hastĂ­o voy moviendo estos remos,
que pasan tanto al irme y tan poco al volver;
pero quizá un día no nos separaremos,
mujer mĂ­a y ajena, como el amanecer.

No importa que me quede ni importa que me vaya,
mientras pasan las nubes sin dejar de pasar,
porque tu corazĂłn es igual que una playa,
que, pudiendo ser tierra, nunca llega a ser mar.

Tu amor nunca responde cuando mi amor te nombra;
tu amor, que sin ser mĂ­o, tantas veces perdĂ­;
y yo empuño los remos y viajo hacia las sombras,
pues todo se hace sombra si estoy lejos de ti.

Filibustero loco tras el botĂ­n de un beso,
viajo por aguas tristes que me entristecen más;
pero tu amor es siempre camino de regreso,
mujer que nunca llegas y que nunca te vas.

Tu amor es un remoto paĂ­s desconocido,
más allá del mañana, más allá del ayer;
y ya sĂłlo recuerdo las veces que me he ido
recordando las veces que tuve que volver.

Hay virtudes tan tristes, que es mejor ser culpable,
y más si es una culpa de amor amarte así;
pero, si en nuestras vidas hay algo inevitable,
inevitable tú serás para mí.

Ya me duelen las manos de remar en mi hastĂ­o;
pero yo sé que un día dejaré de remar,
y he de mirar el mundo como si fuera mĂ­o,
y romperé los remos en la orilla del mar...