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José Asunción Silva
POETA, DI PASO
¡Poeta!, ¡di paso
los furtivos besos!...
¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertÃa
allà ni un solo rayo... Temblabas y eras mÃa
Temblabas y eras mÃa bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mÃstica fue la alcoba sombrÃa...
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el dÃa,
entre las nieblas pálidas la luna aparecÃa...
¡Poeta, di paso
los Ãntimos besos!
¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavÃa!
En señorial alcoba, do la tapicerÃa
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
desnuda tú en mis brazos fueron mÃos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolÃa
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombrÃa
los desteñidos hilos de la tapicerÃa.
¡Poeta, di paso
el último beso!
¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavÃa!
El ataúd heráldico en el salón yacÃa,
mi oÃdo fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movÃa,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendÃa
y estaba helada y cárdena tu boca que fue mÃa!