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Basilio Sánchez




El umbral



La claridad se agota
sobre los pavimentos.

Poco a poco se nos van las palabras,
se elevan por encima de la lĂ­nea de sombras
que hay sobre nosotros.

La altura de la mano que sostiene una vela
es la altura del mundo.

AĂșn no tenemos nada, sĂłlo el vaso de vidrio
que hemos puesto en la mesa, y la esperanza
que hace mover el agua.

Ya todo estĂĄ tranquilo:
la memoria vuelve verde las hojas;
el frĂ­o da reflejos
azules en los ojos; hay una flor oscura,
que todavĂ­a no es nuestra, en el umbral.

Un corazĂłn que late vertical en el suelo,
dispuesto a envejecer.

Mi deuda con la vida es este hombre
del tamaño de un puñado de tierra
que ahora escribe.