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Oscar Ferreiro




Fuga a las tres



Los carceleros se beben
tranquilos su tereré
y Humberto nervioso espera
su libertad a las tres.
En el sucio moridero
de una mazmorra cruel
cuenta los fríos barrotes
por la centésima vez.
De la cárcel de Asunción
exactamente a las tres
saldría Humberto Garcete
por gracia de un coronel.

-No te fíes de esos perros
porque te van a vender.
-Es palabra de un amigo,
palabra de un coronel.
-No te fíes, compañero,
que el polvo te harán morder.
-Es palabra de un soldado,
palabra de un coronel.
-Deciles que no, Garcete,
porque te van a vender.
-De un soldado, de un amigo,
promesa de un coronel...
-¡La promesa de un esbirro
no corre ni en un burdel!

Giró en la torre el reloj,
sonó la una, las dos;
pero tenía que ser
exactamente a las tres.
Sangrienta rueda de horror
la Catedral dio las dos;
pero tenía que ser
exactamente a las tres.
Seca la media sonó,
dura y escueta golpeó
contra la alta pared,
tan tensa para las tres.
El viento libre de Dios
cuando sonara el reloj
al fin saldría a beber
exactamente a las tres.

-Carcelero, tengo sed...
-Ya en su casa ha de beber.
(Con vil sonrisa y de usted
disimula su doblez).
-¿Y eso que gime?

-Es el tren.

-¿Y afuera hay luna?

-Así es.

-¡Dichosos los que la ven!
-Sólo un minuto y la ve...
(Y siempre atento al reloj
Humberto le sonrió).
-Si todo saldrá tan bien...
-Alta luna del laurel,
¡hermosa estará en su tez!
(La sonrisa del furriel
lo confirma a su vez).
-La cama le han de tender
con sábanas de satén...

Sobre el yunque de la noche
Vulcano oscuro golpeó
y nunca tan dura fue
aquella hora postrer.
A la noche en la garganta
los grillos le remachó,
como tenía que ser
exactamente a las tres.
Tres martillazos de muerte
Vulcano oscuro golpeó,
tres golpes de muerte,
tres, ni más ni menos que tres.

Sobre goznes de silencio
la puerta muda se abrió,
como tenía que ser
exactamente a las tres.

Se abrió la puerta y la noche
siniestramente cerró,
como tenía que ser
exactamente a las tres.

Una ráfaga de plomo
su salida rubricó
como tenía que ser
exactamente a las tres.
En la bahía temblando
largo el silencio quedó,
[como] tenía que ser
exactamente a las tres.
Cuatro livianas troncharon
aquella palmera en flor,
como tenía que ser
exactamente a las tres.

Por la espalda asesinado
de boca Humberto cayó,
como tenía que ser
exactamente a las tres.
Y aquel lucero de ensueños
para siempre se apagó,
como tenía que ser
exactamente a las tres.