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Ricardo Dávila Díaz Flores
Balada de la casa II
Estábamos tan bien ahÃ...
el árbol, el agua y nosotros tres.
ComÃamos juntos toda la semana,
nos reÃamos repartiendo disparates en la mesa.
A ellas las vi desde niño...
jugábamos a brincar en las camas y a escuchar detrás de las paredes.
El árbol hacÃa magias que nosotros descubrÃamos:
“Ya vimos la moneda, cayó detrás de la cama”.
Y el árbol se caÃa sobre sus ramas
mientras el agua dejaba su mirada en el paisaje.
Un dÃa salà para mirar el cielo,
y cuando volvà ya habÃan cambiado.
Pasaban horas frente al espejo,
hablando de cosas que yo no entendÃa.
Después llegaron dos hombres
que venÃan a conquistarlas.
Ellas llevaban el rostro diferente,
y aquellos jóvenes mostraban rostro de hombres afeitados.
Después las raÃces dispersaron su semilla,
y otros fueron agregándose a la casa.
Hubo que volver a ser niño,
porque llegaban a la mesa
nuevas voces de infancia.
Asà la casa tuvo un nuevo brillo,
y otra vez hubo risillas que brincaban en las camas.
Pero el tiempo, siempre el tiempo...
pasó la vida...
tuvimos que hacer un silencio prolongado,
para entender que no todo es para siempre...
quedamos solos,
abandonados de algo,
alejados de nuestro centro.
El árbol se quedó sin agua,
"muriendo de pie", como dicen.
La casa lleva meses callada.
Pero el árbol, lleno de silencios y memorias,
dice que a veces,
sólo a veces,
nos mira en ella,
escuchando detrás de las paredes.