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Ricardo Dávila Díaz Flores
Escuché el temblor de tus uñas
Tú eres la que llega siempre a lugares precisos en horas que no existen.
Y yo soy el que acude puntual a esos lugares vacÃos.
Por eso nos encontramos, aurora,
bajo el umbral de aquella puerta que no estaba y que nosotros descubrimos.
Recuerdo que al mirarte,
un aire lento me borro las grietas de los ojos
y sobre mis ojos llegaron dos ventanas
en las que amaneció de pronto lo que en ti anochecÃa.
Tú tenÃas la expresión de la paloma quieta,
el carácter de la efigie que aún no se construye
y dijiste tu nombre en silencio para que nadie lo supiera.
Pero yo escuché el temblor de tus uñas,
el quebrar de los cabellos de tu alma,
el andar tranquilo del viento y el agua en tus raÃces.
Tus grandes ojos me lo dijeron todo,
como si al mirarme estornudaran secretos, palabras
y todo llegó hasta mà como el origen de una enfermedad curada.
Ya te conocÃa yo.
Ya te habÃa visto
en algún lugar de esos en los que dejo mis ojos y sigo caminando.
Esto no es casualidad.
Alguien sabÃa de esta fecha.
Baja la mirada, aurora, camina.
Alguien nos está siguiendo.