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Tilo Wenner



Canción de los fundadores



Las pequeñas atrocidades amantes atraen los
cielos
sin nubes, cargan de favores imprevistos
la boca devoradora de la bestia de los salmos.

Ser la vaga inocencia del hombre de una vez,
pero es incertidumbre el matrimonio distinto.

Es el momento propico. De uvas angélica desciende
la paloma;
Nieva en los paraísos públicos.
Somos los hijos crueles de la pareja humana;
construímos la pirámide con nuestra sed y bebimos
el agua
espiando el desierto movedizo.

No estuvimos en el entierro del coleccionista
de estampillas
de 'todos los países'; caímos a la hora de las
flores
dándose a la noche.

Las partículas sedientas decidieron la amistad
con los fuertes;
en un diálogo con el tiempo los escorpiones
del corazón
decifran las serpientes del horizonte verde.

En la otra ribera nos esperan las naves vacías;
allí comen las llaves en el ojo del destino, de
paso
consideremos las grandes hojas creaciones de
paso
consideremos las grandes hojas creaciones del
recuerdo
en los pórticos inaugurados en la mañana de ayer;
allí comienza el deseo en la piel y camina
el puente ebrio de ríos; es el crecimiento de
la danza
y el sudor le enciende unas luces a las lágrimas:
allí el sacrifico incruento, el pequeño lunar
debajo
de tu omóplato izquierdo;
allí la nueva ciudad recién hoy fundada.