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Salomé Ureña de Henríquez
Impresiones
Quejas del alma, vagos rumores,
lejanas brumas, rayos de luz,
fragante aroma de Ãndicas flores,
himnos de guerra, cantos de amores
brotan al ritmo de tu laúd.
¿Quién, recorriendo tus FantasÃas,
hijas del trópico abrasador,
vibrar no siente las armonÃas
de aquella raza que en otros dÃas
poblar sus selvas Quisqueya vio?
Sobre la cumbre de las montañas,
de las palmeras bajo el dosel,
al grato abrigo de las cabañas,
y hasta en las grutas al hombre extrañas
haces del indio la sombra ver.
Y el aire cruza triste lamento,
y el eco suena del tamboril,
y al valle indiano, y al ave, al viento
a todo presta tu blando acento
fuego, armonÃa, vida y matiz.
Y el junco verde que en la onda
la tumba sola que arrulla el mar,
y el ave errante que allá suspira,
notas perennes dan a tu lira,
tristes historias llenas de afán.
Entre sus bosques afortunados
no escucho nunca la indiana grey
dulces areitos tan acordados
como tus cantos privilegiados,
vagos preludios de ignoto edén.
Parece, bardo, que el genio ardiente
de estas regiones habitador
templó tu lira suave y doliente,
y en viva lumbre bañó tu frente
dando a tus ritmos inspiración.
Que si inspirado suena tu canto
poblando aéreo la soledad,
ávida el alma te sigue, en tanto
que dulces notas de nuevo encanto
fascinadoras haces vibrar.
Cuando al transporte del numen cedes,
cuando tu mano pulsa el laúd
y en la armonÃa fácil excedes,
¡ay, quién pudiera, como tú puedes,
dar a sus trovas música y luz!
Pues de una fama ya merecida
tus FantasÃas vuelan en pos,
mientras acepto, reconocida,
de esos cantares llenos de vida
con noble orgullo la ofrenda yo.
¡Oh, de la patria de Anacaona
cantor amante, bardo feliz!
ciñe con flores de nuestra zona
la que prepara digna corona
para tus sienes el porvenir.