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Rafael L髉ez



Venus suspensa



Tu presencia en mi sombra se divulga
como el vuelo de un p谩jaro escarlata
con el que un pardo atardecer comulga.

Y tu alegr铆a matinal desata
un sonoro esplendor sobre mi vida;
es una esquila de cristal y plata

que, en silencio de muerte sacudida,
me lleva del pavor del Viernes Santo
al j煤bilo de la Pascua florida.

Absuelto el coraz贸n de su quebranto,
con el hechizo de tu primavera,
se agita en rosicler y en amaranto.

As铆 pinta la nube -pasajera
en el navio ardiente de la aurora-
la habitual palidez de su bandera.

El instante de nuevo se avalora
con la esperanza n贸mada, que el d铆a
pugna en fijar el ancla de la hora.

Vuelve el halago de la melod铆a
que la ilusi贸n maravillada canta
en un crepuscular viol铆n de Hungr铆a.

Un conjuro se gesta en la garganta
a las pupilas de inquietud de onda
que abri贸 el Maligno en tu perfil de santa.

A la audacia le grito que se esconda
y a la emoci贸n que siga en su retiro,
pues s贸lo tengo en tu belleza blonda

un sepulcro de oro a mi suspiro
y un sudario de nieve a mi deseo
-roto avi贸n en escollos de zafiro.

En un milagro estoy: cuando te veo,
se deshace la hora en su segundo,
como el rel谩mpago en su centelleo.

Me da la vida su ritmo profundo,
la pavesa interior sustenta llama
y un ins贸lito abril me embruja el mundo.

Juventud, gracia, amor, es tu anagrama
claro, pero insoluble a mis delirios;
quisiera, para descifrar su trama,

ser jardinero, entre dulces martirios,
tras c贸mplice cortina de sonrojos
en tu regazo de rosas y lirios,

sobre tu boca de jacintos rojos,
y tardo sol de veraniego alarde,
demorado en las hiedras de tus ojos.

Y en un palmo de azul, sola tu huella,
alivia mi crep煤sculo cobarde,
cual la paloma de Venus la bella,
suspensa en las cornisas de la tarde.