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Pablo Antonio Cuadra



Riverside



          Perros
olfatean nuestras huellas y ladran. Flota
lento el tiempo con su espalda mojada.
Miro nuestras estrellas también
desterradas.
La carreta que lleva a la madre de Darío
con dolores de parto hasta Metapa.
El camión que lleva a Sandino atado
desde el cuartel de la Guardia hasta el
lugar emboscado donde lo fusilan
La Patria que pensó la madre sintiendo
los dolores del amanecer
la Patria que pensó el guerrillero
sintiendo las angustias de la noche. Esta
es tu Patria
y también el polvo de ese bus lleno de
nicaragüenses que cruzaron el río
Pregúntales por qué olvidaron sus arpas
en las ramas de los sauces
los aduaneros nos cierran sus puertas
porque estamos contaminados por la
pobreza.
El río recibe exilios afluentes
Verbos tristes. Mexicanos. Lunas
marchitas. Y el tiempo en sus orillas
hiede. Todo río hiede. De turbia
aleonada crueldad
sus aguas en éxodo arrebatan
los dorados racimos de la noche
y pudren
los astros estancados en los juncos.
Fuimos guerreros que cortamos la garra
del león para colgarla de nuestra cintura.
Pero los jefes juraron en vano el nombre
de nuestros muertos.
La opresión volvió de noche con su uniforme.
La guerra se detuvo de casa en casa:
Dejó pájaros ciegos
Memorias de cenizas
y el silencio de los que huyeron
-¡Ojalá no se te borre el rostro de tu madre!,
le dijo en la madrugada de la despedida
bajo la misma estrella que ahora flota
ahogada en las aguas oscuras.
El muchacho se bajó el ala del sombrero
para llorar a gusto.

(1988)