Luna Pálida

Sin fecha te escribo; sin tiempo, 
sin momento ni presente, 
sin pasado ni futuro, sin pasión de ánimo.
Solo desde la nostalgia.
¿Cuántas veces me he preguntado quién eres tú? 
¿Cuántas veces me regocijé en tu presencia? 
Perdida mi paz en tu ausencia.
Y cuántas veces fue tu luz,
la que apaciguó mis noches.
A tí, a tí te escribo, mi luna pálida.
La razón de mis desvelos,
La razón de la nada, es decir, mi razón.
Porque yo soy la nada.
La luna es tantas cosas que a su vez nada puede ser.
Para muchos es instrumento sustituible, irrelevante en el tiempo.
Tiempo perdido de amantes olvidados.
Para mi ha de ser siempre guía del viajero en el desierto. 
Viajero que se abriga en lo que es privado para no sentir la oscuridad de la noche
¿Y tú?
¿Quién eres, mi luna?
Mi luna pálida, dejaste de ser ilusión y te convertiste en mujer fascinante,
mujer antipática, mujer etérea.
Mi luna pálida, tú eres quien dijo que a mi, tu poeta, Dios le vió.
Y recordó la soledad de David, tan inusualmente exasperante.
Palabras tuyas, palabras menguantes. 
Recuerdo cuando te regocijaste en tu confusión porque te cuestioné,
solo para decirte que tú antipatía me resultaba fascinante.
Mi luna pálida, la misma cara y su lado oscuro.
Aquella que me invita al futuro, 
que se aferra, se desgana, se transforma... se marcha.
Luna, siempre luna.
Tan solo me ves como un niño 
pero ignoras que mi alma incluso a tí,
te podría enseñar sobre la eternidad,
mi pesimismo, mi extravagancia,
incluso a tí, te podrían sorprender.
Mi luna pálida, 
cuántas veces te contemplé en la noche para que finalmente, 
no sé cómo, no sé la razón, no sé el pretexto siquiera
Te convirtieras primero en verso, luego en mujer y finalmente en misterio por develar.