Querida

Caramelo de Ricina

La valentía de quien no teme a los demonios

porque nunca ha visto uno. 

Así era la tuya.

Pero cuando se nos mezclaron los latidos

y no supimos diferenciar entre tu corazón y el mío,

apagaste la luz para esconderte.

Pero temblabas y yo,

que solo sé ver en la oscuridad,

te abrí como a mi herida

y me desnudaste como a tu voz. 

 

Descubierta, 

como la vía láctea en verano,

me invitaste a comenzar la historia 

por el final,

a rompernos los miedos 

contra la pared, 

el sillón

y los prejuicios. 

 

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