Adrian VeMo

Miel

a Elicett

 

 

Ellos decían:

                   ¡Viva el brillo, lago vítreo, de tus ojos!

 

Otros, pocos, discrepaban:

                   ¡Me gusta el eterno color que a tu mirada acompaña!

 

y tus párpados

en un abrir y cerrar

dejaron entrever

un rubor finísimo.

 

Yo, en cambio, dejé fluir

el silencio

por mi garganta.

 

Callé decir:

                   ¡En tus ojos obran las abejas

                  y queman la miel;

                  tienes, por eso, la mirada acaramelada,

                  el brillo fundido en cada iris!