En los campos de las estrellas
he visto nacer un nuevo sol;
no se imaginan que bella flor
la que se viste de doncella:
No me miente su blanco color
pues la luna llámale Edila
y su corazón está lleno de amor.
Dorados cabellos caen en sus hombros
semejantes a los del Cid Campeador,
el sol y la luna son como escombros
al lado de aquella belleza de amor.
No hay nombre más grande,
ni santa rareza, pues menos placer,
que mi dulce Edila, la bella mujer.
Su cuerpo esculpido por ángeles,
dulce mirada reflejan sus ojos,
cuantos planetas verdes y rojos
se mezclan en una ronrisa ante mi.
Que basto universo encierra su boca
tan buenos sabores sin amargos males,
no puedan siquiera armar una lid
pues Edila mía has venido por mí.
¡Virgen amada, virgen del cielo!,
muestra tus alas y largos cabellos,
quiero dormir en tu pecho; morir;
ven pues conmigo tras siga despierto.
¡Angel, ama mi ser y mi poesía,
ven hacia mí y sabrás mi nombre
Yo soy poeta y tu mi ambrosía,
Edila mía, de ti hoy tengo hambre!