Pedro Verlaine

Rutinario de sangre y muerte

Esta vez no habrá náufrago
ni relojes, ni arena, 
ni noches bajo un sol que no de sombra. 
Esta vez partiré hacia el camino roto,
desnudo, masticando los vidrios que escupiré
en cada árbol que contenga tu semen.
Y tal vez jamás vuelva nuevamente a decir “tal vez”,
mientras los alfileres continúen
enhebrando tu nombre en mi garganta
Y mientras en mi pecho 
permanezca el sonido del adiós
que dejaste incrustado al destapar tu boca.
Porque lo que ya ha sido será y volverá a ser
de modo que ninguna causa quedará atada
y salvo los efectos padecerán castigos.

Pero, 
oh, oh, oh, infección alterna,
de pronto el universo no es el universo
Y es fuego, sangre, angustia,
de pronto se convierte en una esfera erecta.

Tiempos marchitos sobre tiempos que van naciendo:
tiempos que nacen sobre tiempos que ya nacieron.
La desesperación cruza la calle quinta
entra por la ventana
y al darse cuenta de que era una fantástica 
y congelada noche de insurgencia,
toma mi ombligo y da un salto hasta mi boca.
Este fue un tiempo exacto
que llegó cuando pudo y se fue cuando quiso;
entonces no serán necesarias las ansias,
ni las hijas alternas, ni las otras
que se escabullarán en la hecatombe de un mal sueño,
puesto que en cada ansia 
turbará la constante y nueva comprensión
por conocer lo opuesto y conocer lo actual.