zara laburno

En el nombre del padre

Por fin tomé coraje y decidí presentarme ante el gran jefe… Lo encontré sentado frente a una mesa, acompañado por “los 12”. Ya habían acabado de disfrutar del banquete, cuando el mozo les entregó la cuenta.

En ese momento, me postré frente a Él en posición de súplica, arrojé al suelo los libros que llevaba bajo el brazo y, llorando, le dije: -Señor, he cometido la peor traición, el peor pecado que un hombre puede cometer: no me merezco más que tu castigo.

Está bien- respondió- voy a darte el castigo que te mereces; pero antes, uno a uno te castigarán los 12.

El primero de ellos se paró y, mientras se acercaba dijo: - Es para los deportistas. Entonces me arrancó las piernas y se fue.

El segundo dijo: - Es para los artistas. Mientras me mutilaba las manos.

El tercero murmuró: - Será para la medicina. Abriendo mi cráneo para quitar el cerebro.

El cuarto explicó: - Las necesita la ciencia. Mientras me sacaba las entrañas.

Así, fueron pasando de a uno, hasta llegar al último de los 12; quien, mientras se acercaba me dijo: - No sé para que, pero lo pidió el Padre. Luego, metió sus dedos en mis órbitas, me arrancó los ojos y se los llevó.

Ya habían pasado todos a ofrecerme castigo. Solo faltaba Él; y yo sabía que su castigo sería el más doloroso de todos.

De pronto sentí que alguien se acercaba, en absoluto silencio. Metió las manos en mi bolsillo, me sacó la billetera y se la llevó.

Desgraciadamente no pude ver quien era; acababan de quitarme los ojos…

Sólo pude oír una voz lejana: - ¡Gracias por la propina!