RICARDO ALVAREZ

NO ES TU CULPA, AMOR -- de crepusculo

¡ Amor mío ¡

Cuando te celebro con mis besos

siento la lluvia diluvial golpeando el techo y

trochar las ramas,

entrando como amante celosa

filtrándose en las goteras del techo.

 

No es tu culpa que el destino

Te haya volcado una copa de néctar por los labios y

la humedad de la tierra

alimente tus venas

como las raíces del fríjol abundante.

 

¡ Dame un beso de agua celeste,

antes que el lecho se inunde y el arrozal te envidie ¡

 

También presiento al mar invasivo,

con la sombra de su ola encrespada

irrumpiendo abrupta la puerta

con su peso de mole salina.

Eres ajena a que el silencio total

derrame un suspiro y en susurro mudo

cuente tus dedos de arpa nostálgica

en su vientre de ausencia fónica.

Movidas al viento.

Nos reclaman las ventanas ondulantes,

juran ser impotentes al blandir de tus caderas, y

por lo alto de las paredes,

en los rincones del techo verde,

la araña teje su red de cielo ampuloso

con la baba salina brillante

¡ y dama y mujer mia ¡

no alcanza el brillo mojado a tu saliva.

 

Besémonos las manos hasta los pies.

El territorio erótico de los cuellos,

la zona tropical de los muslos.

¡ Tus hombros y los míos. Todo el continente juntos ¡

Con la sagrada paciencia

del río recostado en la playa,

mientras la noche y el día nos pertenezcan,

seamos una mujer y un hombre

con la naturaleza enraizada desde los talones y

el calor de fogata ranchera

explayado en nuestros cuerpos.

Calentando la tierra en el hielo del invierno.