teresa ternavasio

PERDONAME

PERDONAME

 

Lugar de silencios que los pájaros ignoran y rompen con sus trinos, en el atardecer de un día domingo Allí están Marisa y Juan. Ella mostrando su carácter caprichoso, enmarañado. Él se quita la gorra y expresa  arrepentimiento, sabiendo que ya no hay tiempo, que las disculpas están demás

 

-Te quiero tanto

-De nada vale que lo digas ahora

-No supe verlo

-Lo lamento

-Pero te juro que nunca te engañé

-Jamás  pude olvidar el día que caminando hacia la casa de mi amiga Juana, te encontré de la mano de aquella muchacha rubia, insulsa. No podía hablar porque la sorpresa me paralizó. Lo mismo te pasó a vos, solo que reaccionaste pronto y te abalanzaste sobre mí para presentarla como “una compañera de trabajo”. No me diste tiempo ni para sentir rabia. Quedé atrapada en tu astucia

-Carola era una empleada nueva y el día que nos viste juntos,  estábamos echándole un vistazo a la zona.

-Hacías caso omiso a mis reclamos por tus llegadas tarde. Siempre te justificabas con alguna razón. Tal vez habías dejado de quererme.

-No hubiera podido amar a otra mujer

-Lo decís ahora, pero cuantas noches  recién a la madrugada lograba conciliar el sueño, esperando  tu abrazo.

-Mentiría si no reconociera que muchas veces estuve indiferente. Tenía la cabeza puesta en el trabajo, que me absorbía totalmente.

-Cuanto lloré el día de nuestro décimo aniversario. Tan emocionada preparé nuestro pequeño festejo, pero tuve que hacerlo sola, porque me llamaste para decirme que la empresa dispuso repentinamente que debías  viajar.

-¡Tanto tiempo perdido! ¡Cuantas oportunidades de ser felices!

-¡Por tu culpa!

-Por mi culpa que no me di cuenta que ningún día vuelve. Que el amor es visible y exigente. Que también se cansa. Que somos prisioneros de nuestras estupideces y soberbios cuando creemos que somos arquetipo.

-Parece una exageración, pero nunca me dijiste que soy linda

-Fui un estúpido

-Ni me regalaste una flor

-Arquetipo…¡estúpido!

-No pude sentirme plenamente una mujer…no era deseada

-Me muero por estar con vos

-Lo más curioso y lo que más me costó entender es ¿por qué te casaste conmigo?

-¡Que dicha tan grande el día que me dijiste que sí!

-Te dediqué mi vida para complacerte, aunque me sintiera con las alas rotas

-Me estoy desangrando

-Los recuerdos no me dejan en paz

-Si me perdonaras

-El silencio y la congoja de estos momentos… ¡me horrorizan!

-La cama sin tu cuerpo tibio es una pradera escarchada

-Quisiera renacer para encontrarte y volver a enamorarme

 

La voz del sepulturero lo interrumpe  -Señor, tiene que retirarse porque vamos a cerrar.

-Si, por supuesto contesta Juan.

 

Aprieta con los dedos de su mano los párpados cerrados, para secar las lágrimas que no ha podido detener. Hace tres pasos para marcharse, pero se detiene, gira sobre su eje y mirando la cara de Marisa, que desde una foto en la lápida le sonríe, dice con amargura resignada:  ¡Jamás te voy a olvidar!

Teresa Ternavasio     -     29/01/2011