luis gustavo salas

Vorágine

Vehemencia…

desmedida,

cada vez que te tengo

entre mis brazos, en mi mente.

 

Al escuchar tu voz

despiertan mis sentidos

adormecidos, por el mundano letargo,

tú la cura, tú el remedio de mis ánimos caídos.

 

Me elevas con tu mirada arrebatadora,

me quitas las ideas y los pesares,

me invitas a seguirte

con tus movimientos salvajes.

 

En una cadencia delirante

nuestros cuerpos confluyen,

en un desborde sin fin

de caricias, tactos ardientes que desbocan en placer.

 

De pasión nos alimentamos

del calor que enciende nuestras almas

de la sed que nos conduce

el uno al otro amarnos.