Alejandro José Diaz Valero

Cuento, fábula y poema

HISTORIA DE UN MINERO (Cuento)

Un minero llamado Jeremías Teodoro, alegre trabajaba en una mina de oro.

Cada mañana al salir de su casa le decía a su esposa Josefina…Adiós, voy a la mina.

Allá laboraba con sus compañeros, pues todos ellos eran mineros.

Buscando el oro en pepitas, trabajaba Jeremías y al termina su jornada regresaba a su casita.

Y al caer cada tarde, cuando la jornada termina, le decía a sus compañeros… Adiós, voy a la mina.

Esa era siempre la despedida que hacía Jeremías, a su esposa josefina y a los compañeros de  mina.

Un día un curioso de los que nunca falta, quiso conocer la razón de manera muy exacta

Y al ser interrogado, el orgulloso minero, contesto con alegría y también con esmero…

Extraigo minerales de un yacimiento, ese es el trabajo  donde dejo mi  esfuerzo...

Eso ni hace falta que lo diga... Eso, señores,  es una mina.

En casa tengo un tesoro de incalculable valor, ese vale más que el oro, lo digo de corazón…

Y es que mis hijos y mi esposa Josefina, son para mí, la más bella mina.

Y así el minero Jeremías Teodoro, vivió su vida entre dos minas de oro.

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LA SERPIENTE VENENOSA(Fábula)

No puedo dominar el panorama

soy sólo un animal rastrero

y como no tengo alas

no nací para disfrutar  el vuelo.

 

Yo naci fue para el suelo

como te habrás dado cuenta

y es mi arma el veneno

para cobrar las afrentas.

 

Soy la serpiente venenosa

que anda con tal sigilo,

 la vida dificultosa

a través de tantos siglos.

 

Soy nada más un ofidio

que entre la fauna he de estar

sufriendo el bíblico castigo

por incitar a pecar.

 

Mi historia es tan oscura

y de tristezas me lleno

por eso mi alma inocula

lo mortal de mi veneno.

 

Cuantas serpientes figuradas

deambulando van por la vida,

que después de ser pisadas

disfrutan dando mordidas.


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OTRA DECLARACIÓN DE AMOR

 

He venido a declararte

eso que tú ya sabes

pues me dejaste sangrante

con el filo de tu sable

 

Vengo a decirte eso mismo

que tantas veces me insinuaste

y que por orgullo o cinismo

tantas veces te guardaste.

 

Quieres hacerme creer

que soy yo el declarante

y que tú sin nada saber

me miras tan expectante.

 

Quiero que sepas que no…

¡Que lo he adivinado!

Que si hoy he venido yo

es porque ya tú te has declarado.

 

No critiques si mi voz tiembla,

cuando intento abordarte,

tú tenías la mirada inquieta

cuando estuviste en el trance.

 

Por eso no tengo reparos

para este amor yo mostrarte,

porque si hoy yo me declaro…

Tú en silencio, ya te declaraste.


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