Ana Maria Delgado

ESPIRALES DE PLACER

 

 

Amas a esa mujer pequeñita

que exquisitamente te turba,

cuando te mira con sus ojos negros

cobijados con pestañas rizadas,

en donde en los momentos que duerme,

Cupido cuelga estrellas plateadas,

para verla y distraerse

en sus extenuantes jornadas.

 

Te enamoran sus manos de niña melosa

cuando te recorren el cuerpo,

y con atrevidas caricias,

hacen que te vuelvas ligero

y flotes entre  nubes turquesa

atiborrado de deseo.

 

Relegas los argumentos,

la coherencia, la razón,

y dejas que ella  te acceda,

según sus necesidades y ganas.

 

Permites que tu corazón,

libremente se exprese,

no le temes a sus conjuros,

ni a sus seductoras extravagancias,

ni a sus rebuscadas artimañas,

ni al día, ni a la noche que pasan,

ni a la madrugada que llega,

porque sabes que ella

a tu lado despertará mañana,

y compartirán café caliente

con aroma de montaña,

y se darán miles de tibios besos

entre sabanas de seda blanca.

 

Rompes la prudencia,

y estalla la locura,

quieres tu eternidad en los brazos

de tu chiquitita querida.

 

La soledad liquidaste

y lo lejano acercaste,

ahora no apuras la vida,

abandonaste  la prisa,

y con tus manos seguras,

vas mezclando hábilmente,

las briznas del tiempo rosa

tallando eróticas obras de arte.

 

Besas el nombre de ella,

sus ojos, su pecho, su espalda,

y te deslizas con paciencia,

recorriendo su piel delicada,

fragante a durazno maduro

y a vino añejo que embriaga.

 

Ella cadenciosa se mece

liberándose entre tus brazos,

y adormece tu sentidos

al ofrecerte sus labios.

 

Las palabra de amor que pronuncia,

una a una las vas guardando,

en tu humilde santuario,

para luego hacer con ellas,

una intima composición,

y cantársela con emoción

cuando ella te este odiando.

 

Ella es tu auténtico verso,

es tu profundo delirio,

es tu puerta de entrada

a los espirales de goce.

 

  POR: ANA MARIA DELGADO P.