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De cera y alabastro

La vi!
detenida en el último peldaño
anterior al precipicio,
giró su pensamiento
(ya levantando el vuelo)
con un resorte gestual impregnado
de naturaleza bañada en añoranza.
Amable, desalojo un beso callado,
acallado por el latido de la voluntad
deleitada en el gozo de un suspiro...


Saltaron sus labios, (no temblaron)
flotaron humedecidos,
ante la decisión improvisada,
pero fructíferamente destilada
en alcoholes sobrios por puros,
que despidieron de la labor
al deseo y a las ansias,
dando la bienvenida al elixir dispuesto
en el único suma y sigue
de la cuenta estacional (y por la creación sabia unificada)
del transcurrir de los tiempos
espolvoreando cuentos adolescentes (tachados de viejos)
y leyendas generadas por ancestros de los ancestros
entonando pasajes, magias y remedios.


La vi brincar;
y con su atrevimiento:
desatender fijaciones,
a las tareas obligadas,
los complejos impuestos
y a vastos criterios obsoletos.
Campanillearon en el ambiente
amplios aromas venidos
por obra y gracia
de agradables sentimientos
que optaron por liberar
atenciones y bellos vocablos.


La vi despegar,
la vi despidiéndose de apegos
y agarrar del hombro a la simpleza,
esa, la cual reconoce la gratitud
que se debe a cada uno de los restos
a la que percibe el trino de los pájaros,
como la vida se transforma,
jamás decrece en intensidad
ni resulta flor decrepita, marchita,
la que atina precisa a sentir
el encaje eflúvico poseedor del crecimiento,
de como se elevan los brotes
al existir el sol y una luna,
los cuales se aman...
nos aman
y no cejan de guiñarse sonrisas,
de seducirse y de procrear.


No cayó en el abismo, (supo creer)
no sucumbió ante la muerte, (supo tomar)
levitó en un paraíso impreso
por la cera, la seda,
el esparto y el alabastro,
todos ellos dejaron su huella,
la huella;
cual rubrica de la identidad
sabedora de una plenitud
que se sabe llena
y se debe a muchos pocos,
verdad la cual
supo y pudo encontrarse.

318-0mu G.S. (bcn-2011)