RICARDO ALVAREZ

LLORA, CIELO.

 

En la frontera de los besos nos ardió la boca, y a fuego lento,

se consumieron las lenguas en el lago inclemente.

Ya no quedan restos de lagrimas, pegadas al vidrio de la lluvia.

Y nuestra patria, patria de corazón compartido,

se evadió del paraíso al país del dolor y el viento.

 

Tu voz dulce de néctar  a la lejanía, me suena a voz de tabaco y

el eco de arena me trepana las sienes blancas.

El cielo llora. Un querubín se ha perdido del rebaño de los enamorados.

El tiempo se devoro la pasión, y la sal de los mares herrumbra el fervor.

 

Todavía quedan olores llenando la soledad, y

 manchas de humedad en las paredes

Cuando el espejo me mira hallo tu forma.

Tu silueta se dibuja con algo de amnesia

Soy un sonámbulo vagando en el paraíso de los recuerdos

Me voy a la claridad de tu mortal destello.

De la recóndita memoria del amor, se evoca el vidrio impotente.

Cuando se traga tu imagen y refleja una sombra,

en el cristal de azufre de su cintura.

¡ De ti me quedo, el apetito voraz de tu carne desnuda ¡

Y de tu alma. ¿ Como memorar el tamaño de su estatura ¿

Me deleita hablarle al silencio de ti.

 De tus lagrimas de rocío, el humo de tu hoguera.

De la ausencia de tus ojos, donde las nubes peleaban

por el llanto del cielo, y

de tus pupilas en que tiraba mi red de pescador iluso,

en el océano donde cabían mis manos de estanque.

¡ Llora cielo. No de tristeza ¡ Tu querubín no se perdió del rebaño.

Las hojas del otoño caídas de la rama del alma

emergen en el retrato de las primaveras colmadas de antaño.

Con nuestro amor centelleando el pico de la noche, y

al galope soltando agua enamorada por los campos.

 

¡ Ah, si el cielo llora tu ausencia ¡

Armaderas de barcas, atentos a un nuevo Diluvio.